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Mi soñado parto en casa, así nació Noa

2 de Febrero del 2015

No sé muy bien cómo empezar...quizás debería remontarme a mi niñez.

Cuando era pequeña, siempre me llamaron la atención las tripas de las embarazadas.

Cada vez que veía una, no podía evitar acercarme a ver si podía tocarla, para sentir al bebé que estaba dentro.

Mi sueño siempre había sido tener la maravillosa oportunidad de tener mi propio bebé dentro de mí. 

Durante muchos años, intenté buscar a esa persona especial con la que poder cumplir mi sueño de ser mamá, pero no aparecía y cuando ya había perdido toda esperanza, se me pasó por la cabeza la alocada idea de ser madre soltera.

No había nada que más me apeteciese en el mundo que ser mamá y veía que se me iba a pasar el arroz.

 

Justo en ese momento, apareció Rubén, el que hoy es el padre de mi niña, y empezamos a salir.

Unos años después decidimos que queríamos ser papis.

Estuvimos intentándolo varios meses, pero no había manera...yo ya estaba perdiendo las esperanzas y no me podía creer que no fuera a ser posible cumplir mi sueño.

Cuando ya casi me había rendido, y después de miles de test de embarazo negativos, por fin conseguí quedarme.

 

Los dos estábamos como locos de contentos. Lamentablemente, ese embarazo no duró mucho y nuestro pequeño bebé se fue antes de que pudiéramos llegar a conocerlo.

Fue un palo muy duro y lo pasamos bastante mal.

Pero unas semanas después,....SI!!! UNAS SEMANAS DESPUÉS, me volví a quedar embarazada!!!

No nos podíamos creer que hubiese sido tan seguido, ya que nos habían dicho que tendríamos que esperar un par de meses.

 

Las primeras semanas se hicieron un poco largas y pasé un poco de miedo de volver a perder a mi bebé, pero fueron pasando y sin darme cuenta estábamos haciéndonos la ecografía de las 22, semanas donde nos confirmaron que era una niña!!!

Los dos estábamos entusiasmados y felices!!!!

Y ya habíamos decidido que se iba a llamar Noa.

Tengo que decir que vivimos todo el embarazo con mucha ilusión y alegría y que no parábamos de hablar con nuestra niñita y de decirle que teníamos muchas ganas de conocerla.

 

La verdad que desde el principio yo tenía muy claro que quería que fuese un parto en casa.

Llevaba varios años documentándome y había visto tantos partos de otras mujeres en sus casas, que yo también quería ser una de ellas.

Al principio a mi chico no le hacía mucha gracia la idea y le daba bastante miedo, pero cuando empezamos a recibir las visitas de Amanda, la matrona que nos atendería el día del parto, y con todas las clases de preparación que ella nos dio, poco a poco se fue convenciendo.

 

Cuando llegó el mes de enero, estábamos súper nerviosos.

Ya empezaba la cuenta atrás y se nos hizo casi más largo ese mes, que el resto del embarazo.

Veíamos que salía de cuentas y Noa seguía sin dar señales de querer salir. Ella estaba muy a gustito dentro de su mami y no tenía ninguna prisa.

 

Por fin llegó el tan esperado día. Semana 41, sábado 31 de enero de 2015 sobre las 11.30, estoy en el sofá y me levantó porque noto algo y de repente veo que he roto aguas! Se lo digo a Rubén y decidimos avisar a las matronas.

Al cabo de unas horas viene Sonia, la otra matrona que nos atendería en el parto y escuchamos el corazón de Noa, que parecía que iba perfecto!

Como todo estaba bien, Sonia se marchó y nos dijo que nos relajásemos y no pensáramos en ello, que estuviésemos ocupados, que fuéramos a caminar para ir ayudando a que se desencadenase el parto y así lo hicimos.

También avisé a mi madre y vino a ponerme varias agujas de acupuntura para que empezase con las contracciones.

Esa misma noche ya empecé a tener contracciones sobre las 5 de la mañana y ya sabía que la cosa estaba siguiendo su curso.

 

Al día siguiente, 1 de febrero de 2015, seguía teniendo contracciones y poco a poco iban siendo cada vez más seguidas y duraderas.

Por la tarde mi madre volvió a venir y me puso de nuevo las agujas.

A eso de las 22.15 de la noche, nos pusimos a cenar y ya tenía contracciones cada 3-5 minutos y bastante largas y dolorosas, por lo que no pude disfrutar mucho de mi cena. Como veíamos que la cosa avanzaba deprisa, decidimos llamar a Amanda y la dije que quería que vinieran ya, porque sabía que tardarían un buen rato en llegar y yo ya necesitaba que ellas estuvieran allí.

Después avisé a mi madre porque sabía que ella quería estar en mi parto, pero lamentablemente no pudo venir porque no se encontraba bien.

 

Hasta que las matronas llegaron, mi chico se ocupó de poner un ambiente cálido y acogedor para recibir a nuestra pequeña Noa como lo merecía.

Puso luz tenúe en el salón y música relajante con sonidos del agua. Luego me trajo una colchoneta y la pelota de pilates y me arrodillé apoyando mis brazos y mi cabeza sobre la pelota.

Así me iba moviendo de un lado a otro y llevaba las contracciones lo mejor que podía.

Rubén en todo momento estaba conmigo y de vez en cuando me acariciaba la cabeza o me abrazaba y me besaba.

Cuando me cansaba de estar así, me sentaba en la pelota y me movía de un lado a otro o me ponía de pie y me abrazaba a Rubén que sólo estaba todo el rato pendiente de mí, diciéndome cosas bonitas y dándome todo su amor. Creo que gracias a eso, logré llevar las contracciones mucho mejor.

 

También se ocupó de preparar la cámara de vídeo porque yo quería que grabase mi parto para luego poderlo ver y recordar ese maravilloso momento de mi vida.

A la 1.15 llegaron Amanda, Sonia y Marta (la otra matrona de prácticas que venía a ver el parto y ayudar en lo que pudiera).

Lo primero que hicieron fue escuchar el corazoncito de Noa y como estaba perfecto, me preguntaron si me apetecía que preparasen la piscina de partos y les dije que si.

Como les iba a llevar un rato, me dijeron que si quería meterme en la bañera con agua calentita, así que a eso de las 2.15 fuimos al baño, me senté en el w.c. y como sentía mucha presión con las contracciones, aunque no lo tenía muy claro, al final me metí en la bañeray el agua caliente me vino muy bien para relajarme.

 

A las 3.00, Amanda me preguntó si podía hacerme un tacto y después de hacerlo me dijo que ya estaba con unos 8 cm de dilatación y con la cabecita de Noa en un primer plano. Así que decidimos que ya era el momento de ir a la piscina de partos. Tengo que decir que se mi hizo interminable la espera hasta que terminaron de hinchar y llenar la piscina de agua pero cuando por fin estuvo lista, me levanté como pude y me fui directa a meterme dentro. Tenía muy claro que Noa nacería allí.

 

Una vez dentro de la piscina empezó lo más difícil, largo y doloroso del parto para mí.

Estaba súper a gustito en el agua calentita y escuchando una música espiritual para el alma que mi madre me había grabado para el gran día.

Esa melodía con el sonido del agua y el piano, más la luz tenue que habíamos puesto en el salón me daban mucha paz y tranquilidad.

Cada vez que me venía una contracción empujaba con todas mis fuerzas gritando como si se me fuera la vida en ello.

Hacía tanta fuerza que no podía controlar mis esfínteres e incluso me venían hasta ganas de vomitar,....para mi eso fue un poco embarazoso, valga la redundancia, pero aún así lo sobrellevé lo mejor que pude.

En cuanto la contracción se pasaba, recuerdo que para mí era un alivio poder descansar un ratito para tomar fuerzas para la siguiente.

Rubén estaba en todo momento cogiéndome las manos, acariciándome, besándome y diciéndome que respirase despacito, que cogiese aire por la nariz y lo soltase por la boca. Gracias a él, todo se me hacía mucho más fácil y llevadero.

Después de un ratito volvía a venir otra contracción y vuelta a empujar con todas mis fuerzas. Se me hacía muy difícil, porque mi sensación era que por más que yo empujaba,

Noa no salía, pero a la vez, eso era lo que me daba fuerzas para seguir, el saber que cuánto más fuerza hiciese, más pronto podría ver a mi pequeña princesita.

De vez en cuando Amanda me decía que si podía escuchar los latidos de Noa y así lo hacíamos en cuanto que acababa una contracción. Me daba mucha alegría escuchar su pequeño corazoncito latir con esa fuerza, porque eso me decía que todo iba bien. Aunque he de decir que en ningún momento tuve miedo, sabía que estaba haciendo lo correcto y lo mejor para mi niña. Cuando ya iba quedando menos yo le preguntaba a Amanda si ya se veía la cabecita y me decía que sí, pero lo que yo notaba era que al empujar, su cabecita asomaba, pero en cuanto que la contracción paraba, su cabecita se volvía a subir para arriba.

Eso quizás era lo que peor llevaba,...no veía avanzar la cosa y no podía parar de decir que yo ya no podía más, pero las matronas y Rubén siempre me contestaban que claro que podía.

Llegó un momento en el que estaba bastante agotada y aún así tengo un recuerdo muy especial, Amanda me dijo que ya estaba la cabecita casi fuera y que si la quería tocar, entonces metí un dedo y cuando toqué su cabecita, me cambió la cara, se me dibujó una sonrisa y eso me dio aún más fuerzas para continuar. Sabía que ya me quedaba muy poquito para tener a mi niñita en brazos. A pesar de estar inmersa en el parto, yo me enteraba perfectamente de todo lo que pasaba a mi alrededor, y de vez en cuando oía a las matronas hablar entre ellas en bajito, algo me decía que no todo iba bien, pero tampoco me preocupaba demasiado porque si no me decían nada, sería que no era muy grave.

 

Después de 3 largas horas de expulsivo, y como las matronas veían que Noa no salía, me puse a cuatro patas y de espaldas a ellas y en la siguiente contracción que tuve, empujé con todas mis fuerzas y,... ¡Amanda ayudó a Noa a salir! Eran las 7.30 y según salió mi princesita, lo primero que dije fue. ¡No veo! ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo me pongo?,... como yo estaba de espaldas a ella, no podía verla y lo estaba deseando con todas mis fuerzas, así que entre Amanda y Sonia, pasaron a Noa por entre mis piernas, desengancharon el cordón y ¡por fin me la dieron en brazos! Cuando la vi, me cambió la cara y lo primero que dije fue: ¡qué bonita es!

Y Sonia nos dio la enhorabuena y Amanda me dijo: ¡¡¡Qué jabata!!! Rubén y yo no podíamos parar de mirar a nuestra pequeñita y de decir lo bonita que era. Una vez la tenía conmigo en brazos, incluso pudimos tocar el cordón umbilical y sentimos como aún seguía latiendo.

Fue increíble  y no podía decir otra cosa que lo feliz que estaba de tener por fin a mi niñita conmigo. Al cabo de un ratito, me prepararon la cama y me ayudaron a echarme allí con Noa porque el agua de la piscina ya estaba demasiado fría. Y justo allí, después de un rato salió la placenta y ya aprovecharon para cortar el cordón cuando dejó de latir. Algo que recuerdo y me hace gracia, es que una vez terminó todo el parto, todos se pusieron a traerme cosas dulces para comer: chocolate, plátano con miel, tostadas con miel y sobre todo Rubén estuvo cuidándome en todo momento y se portó como el mejor padre que cualquier niña desearía tener.

 

Dar a luz en casa ha sido una experiencia maravillosa que no cambiaría por nada del mundo y que repetiría una y mil veces.

Para mi fue un regalo tener a mi niñita en mi propia casa y hacer piel con piel con ella durante horas las dos echaditas en la cama y con su papi cuidándonos tan bien como lo hizo.

Y no se me olvida decir que una de las cosas que también valoramos un montón es el hecho de que Amanda y Sonia vinieran a visitarnos durante el primer mes de Noa (y los miles de mensajes de whatsapp que les mandaba a todas horas) para ayudarnos con nuestra experiencia de ser papis por primera vez.

 

Por supuesto decir que gracias a Amanda, Sonia y Marta mi sueño de parir en casa se hizo realidad y es algo por lo que las estaré eternamente agradecida.

 

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