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Embarazo y parto de Bea en casa

14 de Enero del 2014

 

Debo reconocer que hace unos meses no tenía ni idea de cuál era la labor de una matrona y a día de hoy no imagino como hubiera sido la preparación a la maternidad, mi parto y postparto sin ellas.

 

Durante mi embarazo recibí información valiosa, resolvieron mis dudas, mitigaron mis miedos, plantearon alternativas y siguieron la evolución de mi bebé siempre desde el respeto. Me sentí arropada y escuchada, sentimientos opuestos a los que ginecólogos (tanto de la sanidad pública como privada) nos generaron tanto a mi marido como a mí. 

Tras cinco revisiones, entrando en el sexto mes de embarazo fue una matrona la que me preguntó por primera vez mirándome a los ojos… y tú, ¿cómo estás? (sin referirse a lo meramente físico o evidente a través de un aparatito)

 

Siempre tuve claro que quería parir en casa, desde mucho antes de quedarme embarazada. Era un deseo tan fuerte como la intuición que me llevó a tomar esa decisión. Sonaba irresponsable, sonaba inalcanzable, sonaba a que estaba loca, sonaba a que no sería capaz.

 

Mi pareja confió en mí, yo confié en mi instinto y mi capacidad para parir y nuestras matronas confiaron en la naturaleza y en nosotros. Fue todo lo que necesitamos para darle la bienvenida al mundo a nuestro hijo como siempre lo había soñado. Parí en mi hogar rodeada por la cotidianidad de nuestro espacio, por la intimidad de nuestro hogar,  por la entereza, amor  y fe de mi marido y la experiencia y la espera dulce y respetuosa de nuestras matronas. En ningún momento pasé miedo, sino todo lo contrario. Me sentí más segura con ellas observando agazapadas en el pasillo, que si hubiera tenido un batallón de médicos tras mi camilla… o entre mis piernas. Estaré eternamente agradecida por la paciencia, comprensión y seguridad que me brindaron y por el respeto, sensibilidad y calor humano con los que recibieron a mi hijo.

 

Los días posteriores estuvieron con nosotros. Atentas pero sin atosigarnos, vigilantes, pero sin juzgarnos, tendiendo una mano más que amiga en esos primeros días en los que la duda más insignificante te parece un mundo; nos ayudaron a reforzar nuestra valía como padres, con los sinsabores de la lactancia, con los cuidados postparto (físicos y emocionales) y supervisaron la salud de nuestro bebé. Creo que esa cercanía, implicación y sensibilidad es tan necesaria durante esta etapa de la vida de una mujer que me da muchísima rabia que no se valore como debería, que se desconozca e incluso que se prescinda de ella por cuestiones económicas. Me dio rabia haber tenido que buscar tan a conciencia una atención diferente a lo largo de mi embarazo, me dio rabia tener que pagar por tener un parto respetado que toda mujer (que lo busque) se merece. Pero ellas me dieron mil y un motivos para no arrepentirme jamás por aquel dinero invertido (nunca diré gastado o perdido).

 

Si vuelvo a quedarme embarazada contaremos sin duda con la ayuda de nuestras matronas, ya amigas, para todo el proceso puesto que ya no imagino vivir un segundo embarazo, parto y postparto sin ellas.

 

 

 

Gracias a las que creen más en la naturaleza que en la ciencia que usurpa y avasalla,

 

Gracias a las que miran a los ojos antes que a la vagina,

 

Gracias a las que confían en la mujer y en su propia valía,

 

Gracias a las que prefieren aguardar antes que colgarse medallas,

 

Gracias a las inconformistas que creen que se puede cambiar la manera de parir,

 

Gracias a las que respetan al que está por llegar y consideran su dignidad cuando nace,

 

Gracias a las matronas que aman su trabajo de verdad.

 

 

 

 

Una madre eternamente agradecida.

 

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