En nacimiento de Hugo, mi parto
23 de Marzo de 2017
El 23 de marzo hizo un año del momento más intenso de mi vida. Llegaste a este mundo para enseñarme mucho más de lo que sabía y mucho más de lo que esperaba encontrarme...
Llegaste para darme un golpe de realidad, para bajarme de las nubes, centrarme y hacerme consciente de lo que de verdad es importante en la vida.
Llevé un embarazo con mucho ajetreo, jornadas laborales maratonianas con mucho estrés que me obligaron a bajar el ritmo a mitad del embarazo. No estoy enferma, ¿por qué tengo que trabajar menos? Quería dejar "todo listo" antes de darme de baja...
Dos clases de yoga a la semana, mucho ardor de estómago y montones de paseos con Zoui y Dani.
Gané 7 kg, no me apetecía comer nada, todo me daba acidez.. ¡con lo que me gusta a mi comer! Pero me encantaba ir todo el día acompañada, hablaba mucho con Hugo, le contaba un montón de cosas y con frecuencia le pedía perdón por no darle una vida más tranquila.
Llevé el seguimiento de embarazo que me transmitía más tranquilidad, Laura fue mi matrona, la primera persona que escuchó a Hugo con 9 semanas, mi compañera y amiga.
Bea era mi matrona de Primaria, quien me siguió dentro del Sistema y quien me apoyó y facilitó el camino en todas las decisiones que fui tomando: no deseo Osullivan, no a la vacuna de la gripe, no quiero visitas rutinarias con obstetras del hospital...
La primera cita en Obstetricia fue un despropósito, yo no deseaba ecografías precoces, quería esperar a la semana 12 pero a la ginecóloga le sentó fatal, no confiaba en mi fecha de última regla y después de intentar persuadirme sin éxito llegó a hacerme una pregunta terrible "¿no quieres una eco ni para saber si está vivo?"
Nunca olvidaré ese momento, que acontecía mientras la auxiliar me tomaba la tensión: 140/90 (mi tensión habitual suele ser 100/50).
Un ardor me recorrió entera mientras le repliqué que mi hijo estaba vivo, no la necesitaba a ella para saberlo. Mi pareja, a mi lado, médico, no podía creer lo que estaba escuchando.
¿Era necesaria esa agresividad? ¿esa falta de respeto? ¿y por qué?
Menudo comienzo... he de decir que no volvimos a encontrarnos a nadie tan desagradable en todo el embarazo.
Pasaban los meses y yo me iba preparando, método Aipap en el agua, mucho método Naces (hipnoparto) y más paseos.
Unas cefaleas derivadas de las cervicales me obligaron literalmente a meterme en cama, la médico me dio la baja: "¡no puedo! Soy autónoma, tengo tres mujeres a punto de dar a luz y una ya está con pródromos".
La médico me dijo "genial, no te preocupes, parirán estés tu o no estés, en tres días vuelvo a verte".
No volví, a los tres días ya me había recuperado y mandé a mi chico a por el parte de alta; eso sí, tuve que prometer a todo mi alrededor que iba a bajar el ritmo de verdad.
Con 29 semanas acompañé a mi querida amiga Loreto en el nacimiento de Chloe, fue impresionante, un momento muy especial que nos ha unido aún más; y también a nuestros hijos! 😍
Y con 30 semanas estuve en el último parto antes de que naciera Hugo, ya no podía agacharme, tenía contracciones.. ¡estaba agotada! Menos mal que estábamos tres matronas ☺️
Me despedí sabiendo que la siguiente era yo...
¿Sabría desconectar? ¿Conseguiría permanecer en el otro lado? Qué difícil...
Aprovechamos para viajar, últimas compras para Hugo, noches con mis amigas y más paseos, visualizaciones con Método Naces, sesiones de Aipap en la pisci con Dani, clases de yoga y las últimas clases preparto que impartí ya casi fuera de cuentas.
Cuando mis queridas matronas entraron de guardia con nosotros yo aún no me lo creía ¿ya? Pero si aún no me he concienciado 😅
Marta, Naza y Laura dejaron todo listo, Hugo estaba perfectamente colocado y mis pruebas del último trimestre perfectas.
Yo sabía que todo estaba bien e intuía que aún quedaba tiempo para que mi pequeño quisiera nacer.
Pasaban las semanas, Hugo crecía y yo continuaba con las mismas contracciones de todo el tercer trimestre, ya muy incómoda y con ganas de que llegase el momento.
Prácticamente nadie sabía mi fecha probable de parto, no quería que me agobiaran, sin embargo creo que eso se volvió en mi contra porque con la barriga que tenía mi familia pensaba que ya había salido de cuentas hacía mucho y estaba todo el mundo muy pesado; recuerdo estar muy enfadada con este tema porque necesitaba estar tranquila para ponerme de parto.
A punto de entrar en la semana 41, un domingo de sol espléndido decidimos ir al centro, comimos en una arrocería estupenda y paseamos por el Retiro toda la tarde. Allí coincidimos con Laura y Emily "uyy qué cara tienes, creo que nos queda poco para que empiece la fiesta".
No se equivocaba, a la mañana siguiente rompí aguas en la cama.
Menuda sensación, líquido claro, noté a Hugo, se movía como siempre, le escuché con el doppler y su corazón latía bien fuerte.
Cuando tú quieras mi niño, mamá te espera con ganas.
Avisé a Dani "¿me voy a casa?" No, no te preocupes, no tengo contracciones, voy a salir a pasear.
Avisé a mis matronas, acababan de atender otro parto y estaban molidas, teníamos que darles un poco de tregua.
No paraba de salir líquido, me fui a desyunar con un empapador, ¡menuda piscina tenía el nene!
Una vez me pude organizar con un par de compresas, me cogí a Zoui y su lanzapelotas y nos fuimos a pasear por la Dehesa de Sanse.
Alguna contracción más iba teniendo pero no sería hasta la noche cundo empezaría la fiesta...
Por la tarde me fui con Dani de compras: "¡nos faltan pijamas!" le dije.
"Pero cariño, hay catorce pijamas en el cajón"
Yo no quería estar en casa, cualquier excusa era buena par salir y una merendola y una tarde de compras preparto me parecían el plan perfecto.
Cuando volvimos a casa la cosa se fue animando, Hugo seguía moviéndose como siempre y sus latidos estupendos.
Nos acostamos y sobre media noche ya empezaron a venirme olas más frecuentes e intensas que me hacían levantarme de la cama y pasear por la casa.
Recuerdo cómo me ayudaba vocalizar las contracciones y ponerme en cuclillas.
Pasaron las horas y sobre las 7 de la mañana me vino una muy intensa y dolorosa que me hizo gritar "llama a Laura".
Mi plan era avisar a mis matronas cuando ya no pudiera más, cuando notaste que quedaba poco.
Ya tenía contracciones cada tres o cinco minutos y bastante intensas, empezaron a dolerme mucho y yo encontré la postura de rodillas encima de un sofá.
Llegaron Naza y Laura, escucharon a Hugo y estaba perfecto.
Pedí un tacto, esperaba estar ya avanzada porque lo que sí sabía era que Hugo estaba muy abajo, lo notaba.
Laura me dijo que con 2 o 3 cm, el cuello muy finito y la cabeza de Hugo en un segundo plano, que en cuanto dilatase más se me iba a salir.
¿Sólo con tres? A mi me dolía muchísimo...
Me metí en la ducha y allí con las ondas alfa vocalicé montones de contracciones, en cada una sentía como si un hacha me golpera el pubis, era un dolor indescriptible que acabé viviendo como insoportable. Masajes es la espalda, palabras y cariño de mi chico acompañándome pero... yo pensaba que algo no iba bien. Sabía que Hugo estaba perfecto pero ese dolor tan horrible de pubis sólo me hacía pensar en una malposición. Yo no sabía que hacer para llevar ese dolor, cambié mucho de posición pero mis herramientas mentales me estaban fallando... ¡no soportaba más!
Le pedí a Laura un tacto, era como la una del medio día.
Pensé, si estoy en completa me quedo pero si no me voy al hospital y que me pongan la epidural, no puedo más.
Me dijo que estaba con seis cm y yo empecé a entrar en pánico cada vez que me venía una.
Les dije que me quería ir, sus caras eran un poema... intentaron que cambiara de opinión y darme fuerzas pero lo que yo sentía no se aliviaba así... recuerdo decirles que si no me llevaban al hospital me tiraba por la ventana, que un parto en casa era para disfrutarlo no para sufrirlo y yo ya estaba sufriendo...
Hoy ya me río un poco de la situación, les tenía entrenados precisamente para eso, si en algún momento se me ocurría decir que me quería ir al hospital, que no me hicieran caso.
Finalmente entendieron que iba totalmente en serio y nos fuimos.
Recuerdo el trayecto al hospital como un tormento, no se me pararon las contracciones, gritaba como una posesa en el asiento del copiloto, no sé cómo mi novio no estampó el coche con ese estrés.
Llegamos a un hospital donde nos conocían, mi plan de parto ante un posible traslado ya lo envié semanas antes. Confiaba en el lugar elegido.
Usé el oxido nitroso hasta que llegó el anestesista, que por lo visto estaba en una cirugía; me dieron la habitación de la bañera pero yo no quería agua... sólo caminar y que viniera el anestesista.
Me pusieron la epidural muy bien, dejé de notar dolor y podía mover perfectamente una pierna, la otra parecía de mi vecina.. era una sensación muy rara, por una parte agradecía que ese dolor del infierno hubiera desaparecido pero por otra parte estar ahí en la cama me empezó a hacer sentirme mal... ¿qué había hecho?
Tod@s pensaban que en pocas horas nacería Hugo pero yo no lo tenía tan claro.
Recuerdo pasar por tres matronas pero quien estuvo conmigo casi todo el tiempo fue Jessica, un amor de persona y una profesional magnífica que hizo todo cuanto estuvo en su mano por el bienestar de Hugo y el mío propio.
Después de unas horas tumbada dije que no podía seguir así, la dilatación avanzaba despacio y yo quise facilitarle las cosas a Hugo moviéndome, pedí que me bajaran la epidural y me puse de pie, luego sentada en una silla de partos, después a gatas en colchonetas en el suelo... así muchas horas. Iba despacio, me pusieron oxitocina, sueros.. yo notaba mucha presión abajo pero era casi constante, la cabecita de Hugo no bajaba..
Recuerdo empujar de mil maneras y varias horas en dilatación completa, pero Hugo continuaba sin bajar.
Tod@s me animaban, Arantxa vino a verme desde Valladolid, un año antes yo la estuve acompañando en casa en el nacimiento de Rodrigo.. qué distinto fue su nacimiento.. y qué mal me sentía yo ahora, rodeada de cables, sintiendo que había fallado a mi hijo sin darle el nacimiento que se merecía.
Tras seis horas de expulsivo Jessica diagnosticó una malposición, un asinclitismo posterior. Me decía que yo tenía hueco para parir gemelos de nalgas (nunca olvidaré eso) pero que Hugo no estaba bien colocado; me sugirió llamar a la ginecóloga a ver si podía ayudarme con una ventosa, me pareció bien, necesitaba terminar, eran las dos de la madrugada y apareció Mar por la puerta. Fue agrabable y respetuosa.
Probó con una ventosa y con mi pujo salió la mitad de la cabecita de Hugo pero se soltó y volvió a subirse, al mismo tiempo que sus pulsaciones descendieron en el monitor. Fue la única vez que eso sucedió en el parto y ahí si que me agobié.
Mar me dijo que se soltaba por cómo estaba colocado, que no iba a ser fácil que saliera.. yo me negué a que sufriera.. y ella me sugirió una cesárea.
Era todo como una película de terror, dije que sí, ¡qué iba a decir! En otro hospital me hubieran querido hacer un forceps pero eso no entraba ni por asomo en mis planes.
Estaba muerta de miedo, agotada física y emocionalmente; miro a mi chico que me besa y no sabe qué decirme, miro a mis matronas, Naza llora y Laura no puede expresar más dolor con su cara... yo ya no puedo ni llorar.
Se me vienen a la cabeza comentarios de mujeres conocidas a las que les hicieron cesáreas sin que estuvieran correctamente anestesiadas.
"Que venga el anestesista por favor" hacía horas que yo estaba notando todo para poder empujar.
Entro a quirófano con Dani, todos me tratan con mucho cariño y me explican todo y en un ratito sacan a Hugo, llora enseguida, me lo ponen en el pecho y yo no siento nada.
Es muy lindo, le acaricio, noto su piel calentita, ahora sí puedo llorar.
Terminan la cirugía y volvemos al paritorio, Naza me ayuda a ponerle al pecho, me duele, pero realmente me duelen hasta las pestañas.
Mis matronas se marchan a descansar, pobres... estaban agotadas.
Nos quedamos los tres sólos, yo estoy exhausta, Hugo en mi pecho calentito, nos quedamos dormid@s.
Al rato empiezo a sentirme muy mal, veo lucecitas, dolor de cabeza, "Dani, avisa que no estoy bien" Me miran, tensión arterial 210/100 mm Hg. Hice una hipertensión postparto, mucho dolor tanto físico como emocional. Me dieron medicación, yo no tenía palabras...
Se regula y al cabo de unas horas nos mandan a planta.
Poner a Hugo al pecho es difícil con los dolores de la cirugía a pesar de los calmantes, me extraigo calostro y se lo vamos dando con jeringuilla. Yo no le cambié ni un pañal hasta pasados unos días... casi no podía moverme.
Ahí comienza la pesadilla con las pediatras. Cada termómetro con el que le miden la temperatura dice una cosa y al parecer con alguno tiene décimas por lo que quieren hacerle una analítica por sospecha de infección ya que yo había tenido muchas horas de bolsa rota para lo que ellas acostumbran a ver. Nos negamos, al niño no le pasa nada.
Se presentan dos pediatras en la habitación con una prepotencia inaudita diciendo que si al niño le pasaba algo o incluso se moría de una infección ellas eran las responsables.
"¿Disculpa??? Aquí los únicos responsables somos nosotros que somos sus padres."
Entramos en una fuerte discursión que terminó con un consentimiento informado que nos pasaron donde nos ponían estudios de hace 20 años que hablaban de sepsis neonatal. Un sinsentido. Mi bebé no mamaba bien, pero a eso no le prestaban atención...
Yo ya sabía que una de las asignaturas pendientes de ese hospital es la actualización de los pediatras, hemos tenido muchos casos de padres que han tenido los mismos problemas.. sin embargo nos pareció de una agresividad y hostilidad desproporcionadas.
Les hablamos de guías internacionales y recomendaciones sobre el manejo pero no querían escuchar. Me temo que ser "el traslado de parto en casa" tuvo algo que ver, una pena.
El estrés de la discursión me provocó otra subida de tensión importante y me tuvieron que poner medicación. Recordamos como en la planta sólo tenían un tensiómetro y no podían seguir la pauta del médico de tomármela cada 10 minutos hasta que se normalizara, porque tenían al alguien que "estaba muy mal"; una auxiliar me recomendaba irme a la Uvi porque allí tenían más medios para atenderme.. era totalmente de coña. Yo pensaba que me iba a ir para el otro barrio y allí no te atendían a menos que llamaras al timbre varias veces.
Finalmente, con más medicación se me acabó regulando.
Hugo seguía cogiéndome mal, me hacía daño y orinaba poco. La ayuda de Laura, Naza y Marta fue básica para sobrevivir pero algo se nos escapaba.
Bettina Gerbeau, Ibclc, diagnosticó un frenillo oculto y nos dió apoyo y pautas para poder continuar con una lactancia muy dura y complicada que ahora, por fin, disfruto con mi bebé de un año.
El postparto da para escribir mucho más, supongo que más adelante me apetecerá continuar.
De momento, y aunque me ha costado mucho trabajo, he conseguido plasmar en papel la llegada al mundo de mi hijo tal y como la recuerdo.
Durante mucho tiempo me he culpado de esa cesárea, por ponerme epidural, por no "poder aguantar", por irme al hospital... he odiado mi cicatriz y me he preguntado mil veces qué hubiera pasado si hubiese permanecido en casa, si me hubiese dejado llevar más en lugar de pensar tanto... me he preguntado y preguntado hasta darme cuenta de que yo, es ese momento, no pude hacer más. Y Hugo también hizo lo que pudo y quiso.
Me siento afortunada porque pude elegir, esperar a que mi niño quisiera nacer, elegí quedarme en casa todo el tiempo que consideré necesario y elegí marcharme a que me pusieran drogas porque el dolor me estaba martirizando. Afortunada porque mi hijo no sufrió aparentemente ningún daño en su nacimiento y es un bebé sano y feliz.
La decepción ante un parto idealizado, como tantos maravillosos que he presenciado, no se puede eliminar, ahí está y supongo que quedará por siempre y es un aprendizaje.
El episodio más duro que he vivido nunca y que hoy tiene su recompensa, un bebé alegre y juguetón con la sonrisa más preciosa del mundo que nos llena, tanto a su padre como a mi, los días de ilusión y risas.
Amanda
Ana Cristina e Isaac nos cuentan por qué quisieron recibir a su segundo hijo en casa con nosotras
4 de Octubre del 2016
Alba nació en casa
22 de Octubre de 2017
Sábado 21 de octubre. 40+5.
Los mensajes iban aumentando con el paso de los días, y con ellos mi impaciencia ¿Y si al final y después de todo nos plantábamos en la semana 42?
No, aún hay tiempo, tranquila Piedad, tranquila.
Llamo a Torrejón, tengo que coger cita para monitores esta semana. No atienden los sábados, y eso que en el papel pone que tengo que llamar hoy. Bueno, llamaré el lunes por la mañana.
Tu papá me dice “eso es que no vas a necesitar ir”.
Tu papá, que había apostado a que nacerías el día 10, ha perdido toda credibilidad en sus predicciones.
Queremos salir a aprovechar que el verano se está alargando este año y hace un tiempo estupendo.
Nos quedan unas cosillas por ultimar en casa, de los cambios que hemos previsto para acogerte.
Al final se nos pasa el día bricoleando. Así que los planes de salida los dejamos para el día siguiente, como tantas veces nos pasa.
Pero tú ya lo sabes, ya sabes que todo está listo, que mamá se empieza a impacientar, que el camión que vas a regalarle a tu hermano ha llegado por fin hoy, después de semanas con incidentes en el pedido por internet. Tú tienes planes para nuestro domingo en familia, los mejores planes.
Domingo 22 de octubre. 40+6.
El dolor ha hecho que me despierte algunas veces, ¿estará empezando? Otra vez viene, ya no me puedo dormir. Voy al salón a por el móvil, me descargo una aplicación para anotar las contracciones, y me siento en la pelota de pilates.
De nuevo, como en el parto de tu hermana, noto que me alivia mucho.
Tu papá y tus hermanos duermen. Decido esperar a ver cómo avanza la cosa. No recordaba cómo dolía. Apenas son las 6 de la mañana, tengo contracciones cada 8 minutos más o menos. Las llevo bien, pero sé que la fiesta ha comenzado. Nuestra fiesta.
Estoy feliz, estoy deseando comparrlo, pero quiero ser prudente. Se lo digo a tu papá “cariño, llevo una hora con contracciones, ya viene Alba”. Y escribo en el grupo a las matronas y a Elena “Buenos días, ¿qué tal tenéis la mañana? Empieza la fiesta...”
Llama Amanda, a ver cómo estoy, le digo que lo llevo bien, esperamos a que pase una contracción. Se ponen en marcha.
Decido instalar mi base en la habitación, esto es, llevarme allí la pelota de pilates, jeje.
Ponemos luces tenues, Mathieu prepara la cámara y me empieza a grabar. Yo voy y vengo con las contracciones. Cuando viene una contracción me concentro, recuerdo el parto de Emma. Me abro. Relajo la boca esperando que el reflejo ayude abajo. En cada contracción noto como el cuello del útero se va abriendo. Imagino un jersey de cuello alto, imagino cómo se va estirando. Te acaricio, te hablo. Sé que vienes. Estoy feliz, estoy ilusionada, y me duele tanto.
Pero pasa, y vuelvo al salón, al olor al café que está preparando papá. A bromear y reir con él. Ya no hago caso a la aplicación del móvil, en la úlma contracción me decía que fuera urgentemente a la maternidad, tu padre y yo nos reímos.
No, esta vez no tenemos que ir al hospital, esta vez nos quedamos en casa.
Llega Elena, está nerviosa, está ilusionada, se une a nuestra fiesta. Yo me voy otra vez, a la habitación, a refugiarme en mí misma, a llevar el dolor, siempre nuevo, siempre pasajero.
Respira Piedad, ya va a pasar, ya va a pasar. Ya estás un poco más cerca, un poco más lejos.
Así pasa un rato, no sé cuánto, yo me voy y vuelvo, voy y vuelvo. Papá y Elena me acompañan, en la charla y risa, en el dolor y el silencio.
Y se despiertan tus hermanos. Les oigo, les quiero. “Ya viene Alba”. Noé está contento, Emma no termina de entender. Es tan pequeña aún. Se me acercan, me acarician, me dan besos. Les quiero.
Elena juega con ellos, qué bien que esté aquí con nosotros, cuánto se lo agradezco.
Pasa otro rato, no sé cuánto. Yo ya me nublo cuando estoy dentro.
Noto que han llegado Marta y Amanda, noto revuelo como cuando la brisa mueve las hojas, pero es silencio. Es sigilo y respeto. Todo va bien, vigilan, te oyen, estás perfecta ahí adentro.
Me pregunta Amanda por la piscina, cómo lo veo, yo digo que la pongan, por si acaso. Y viene otra contracción y abrazada a tu padre le digo al oído lo que todos sabemos, que a la piscina no llego. Nos reímos. Y mientras Marta está con ello.
Ya hace mucho que no me muevo, en mi base, mi pelota, aquí es más llevadero. Papá está delante, sentado en la cama, me ayuda abrazarle cada vez que llega esta fuerza, este dolor tan intenso. Las bragas me aprietan, me las quiero quitar, pero no puedo, pido que me las corten y así me quedo.
En la siguiente contracción ya no me siento, estoy sobre la pelota pero no me apoyo, estás tan cerca, mis piernas sujetan mi peso, así que me pongo de pie, papá conmigo. El dolor es tan intenso. Abrazados te esperamos, te queremos. Papá nos acuna, nos sujeta, soporta todo nuestro peso. La fuerza de mi cuerpo me llena, no me opongo, grito, empujo sin quererlo. La bolsa se rompe. Yo siento tu cabeza, me abres, estás saliendo, y creo que ya no puedo. Me tiemblan las piernas y el cuerpo. No puedo, no puedo. Lo digo como lo siento, gimo, casi lloro, y es que no puedo, no puedo, pero me dicen que como sé, tu cabeza ya está saliendo.
Te toco, quiero saber cuánto está fuera y cuánto dentro. Qué blandita, ya estás aquí, mi niña. Otro empujón y ya tienes la cabecita fuera, el cuerpo me da un respiro, gimo, y tú esperas, medio fuera, medio dentro.
Tu hermano se acerca, se asoma, le intriga que estés saliendo.
Otra contracción y Amanda te coge al vuelo, te quita la vuelta de cordón y te pone entre mis brazos. Lloras un poquito. Te quiero mi niña, te quiero.
Y así juntas nos sentamos, tú pegada a mi pecho, te admiro ¡cómo respiras! y estás tan tranquila, tan en paz, tan lejos del sufrimiento. Y abres la boca buscando, y yo te saco mi pecho, y te enganchas tan perfectamente, que yo lo siento como un beso eterno. Cómo mama, me sorprendo, qué lista es mi niña, todo lo hace perfecto.
¡Qué fuerte es todo esto! Estoy en una nube, lo he vivido y no me lo creo.
Tus hermanos están tan contentos, te miran, te admiran.
Me tumbo en la cama, falta alumbrar la placenta, pero yo estoy en un sueño, congo abrazada. Las matronas vigilan y controlan, yo me pregunto si no tarda mucho, pero todo va bien, el útero responde bien, se va contrayendo. A los 70 minutos sale, perfecta como tú, todo ha sido perfecto. Un milagro perfecto.
Y para que este milagro fuera posible:
Gracias a Noé, que tuvo que sufrir para que yo me diera cuenta de cómo no tenía que ser un nacimiento.
Gracias a Emma, que me enseñó cómo tenía que ser un nacimiento, que me enseñó que era posible parir y nacer sin sufrimiento.
Gracias a Alba, por elegir el mejor momento, por tenerme en una nube de amor estos nueve días que han pasado desde nuestro feliz encuentro.
Gracias a Mathieu, por creer en mí más que yo misma, por entenderme y apoyarme y comparr mis ilusiones y despejar mis miedos.
Gracias a mi amiga Elena, por estar, por comparr nuestra ilusión y regalarnos su empo, por cuidar de mí y de mi familia en ese momento.
Gracias a Amanda, Naza, Marta y Laura, por vuestra vocación, por trabajar desde el respeto, por estar actualizadas y ofrecer lo mejor para que nuestra experiencia fuera maravillosa. Y también por hacer de este milagro algo vuestro. Me consta de la alegría y la emoción que invadió el salón de mi casa en ese momento.
Gracias a todas las mujeres de los grupos de EPEN Centro y EPEN Carabanchel, por todo el camino recorrido en estos años, porque con ellas he aprendido tanto y han llorado conmigo en lo malo y en lo bueno.
Gracias a Ana y Xavi de Ecomunidad Parto en Casa, porque este sueño fue suyo antes que nuestro. Porque gracias a su trabajo y esfuerzo para organizar aquel sorteo, Alba ha nacido en casa y ahora que lo hemos vivido valoramos mucho más este premio.
Parto de Paz, nacimiento de Unai en casa
1 de Abril del 2016
Yo tenía claro desde el principio que quería un parto en casa porque desde siempre había cosas que me habían chirriado, como la aceptación cultural de que para parir un hijo tienes que pasar por una episiotomía.
Por esta y otras cosas (como mi abuela contándome siempre que había parido siete hijos "sin nada de anestesia ni un solo punto") acabé formándome como doula y acompañando madres (y padres).
Vengo de una familia de sanitarios, fundamentalmente médicos y médicas, pero no escondí (escondimos, porque mi marido me apoyó y respetó en todo) en ningún momento que mi bebé iba a nacer en casa.
Eso nos costó marcharnos de una cena en casa de mis padres o tener que ponernos firmes en la visita de la semana 34, pero era lo que queríamos.
También es importante decir que mi pareja es nieto y bisnieto de comadronas...
En fin, que nos pusimos en contacto con Amanda y tanto ella como Laura nos dieron buena "onda".
Para nosotros era principal estar con profesionales a la última en el plano científico pero también humanas y respetuosas, y así son ellas.
Cuando llegó el día del parto yo rompí aguas por la mañana y las llamamos.
Amanda nos dijo que seguramente el parto sería de noche y que nos fuésemos a pasear.
Yo había estado tranquila todo el embarazo y nunca le había tenido miedo al parto, pero verse en ello es otra cosa...
Total, que un par de horas después yo ya no podía moverme durante las contracciones y le pedí a mi marido que mirase si había línea púrpura (que la había) y se lo dijera a Amanda. Inmediatamente ellas se pusieron en marcha y cuando llegaron yo estaba dilatando y pensando "joder, esto duele más de lo que pensaba".
El resto del proceso lo recuerdo a retazos, pero con buena sensación: recuerdo pedir un masaje en las lumbares a Laura, recuerdo a Amanda pidiendo permiso para entrar en el baño y ver cómo iba, y también cómo me informó y me pidió permiso para hacerme un tacto (el único) y ver si pasar o no a la piscina. Recuerdo cómo sentía que no podía más y lo decía y ellas me decían que sí, que iba a poder, que ya casi estaba, y me ofrecían algo de beber o cambiar de posición.
Estaban, controlaban, pero no molestaban.
Y cuando la placenta tardaba en salir me acompañaron ese tiempo, comprobando que todo estaba bien y que se podía esperar un poco más, ofreciendo las distintas opciones y explicando el por qué de cada una, las cuales fuimos agotando para no tener que ir al hospital. Creo firmemente que esa tranquilidad que me dieron todas (Amanda, Laura y Ana, que estaba de prácticas) hizo que pudiera alumbrarla naturalmente al final, sin llegar a ponerme oxitocina.
Durante el parto sentí descontrol y miedo, pero no por ellas sino por mí, y saber que estaban allí me permitió transitarlo.
Me dolía y ese dolor me asustaba, pero pude dejarlo ir y confiarme conmigo misma porque nada malo iba a pasar.
No tenía que luchar fuera así que pude concentrarme en lo que tenía que hacer conmigo y dentro de mí, en mi camino de abandonarme y darlo todo.
Y después del parto, tanto ese mismo día como los siguientes, me sentí cuidada y atendida, pero nunca infantilizada.
Me apoyaron y me ayudaron con los problemas de lactancia e incluso me recomendaron a quién acudir.
El puerperio inmediato fue duro por eso, pero no solamente no lo agravaron con comentarios o juicios, sino que me acompañaron en lo que yo quería (mantener la lactancia materna).
Obviamente, el puerperio hay que transitarlo cada una, pero siempre me sentí respetada y apoyada tanto por ellas como por mi pareja, y eso me hacía sentir menos sola en mi "lucha".
Me dolía el pecho, me molestaba un poco el cuerpo volviendo a su sitio, pero mi única preocupación podía ser la lactancia porque no había ninguna herida "extra" por la que preocuparme.
Crónicas del nacimiento de Lucas
13 de Noviembre del 2016
Un domingo 13 de noviembre, a 1 día de entrar en la semana 41 de embarazo, y después de haber estado de comida familiar en Casa Nostra, donde nos comimos la respectiva hamburguesa cada uno, de parque con los sobris, donde Pablo decía "yupiii" o más bien "yopiii" mientras su tío Arturo le daba impulso para balancearse con más fuerza, y después de ver el super-lunón 🌙 que se avecinaba para el día siguiente, día 14, la luna más grande de los últimos 80 años nada más y nada menos, llegamos a casa y al ponernos la serie para terminar con el fin de semana empiezo con contracciones.
Ya las había tenido durante las últimas semanas, las llamadas de Braxton Hicks, esas en las que se te pone la tripa muy dura durante unos 30 segundos, no duelen y son una especie de ensayo en el que el cuerpo de la mujer se va preparando para el gran día. En cuanto descansas, cambias de posición o pasa poco tiempo desaparecen y se acaba el ensayo general.
A diferencia de estas, este domingo-noche empezaban para no parar hasta finalizar con el nacimiento de nuestro bebé.
Al principio eran poco molestas, todo muy soportable, tanto como para seguir viendo la serie relajadamente en el sofá de casa. Escribo a Amanda, nuestra matrona, informándole de que: "Llevo 1 hora con contracciones cada 5 minutos un poco molestas (me vienen como dolores de regla), te vamos diciendo si siguen o si paran...".
Decidimos acostarnos, y aquí ya empezó la aventura de intentar dormir. Rafa lo consiguió rápidamente, pero yo seguía con las contracciones cada 5-7 minutos sin cesar, ¡ya no había tregua! Así que volví al salón, vi otro capítulo de la serie, luego otro, cronometraba contracciones, miraba por la ventana, respiraba hondo, tosía (el resfriado fue también otro testigo que no quiso perderse estos momentos, así que me tiré todo el parto con kleenex y miel a mano, por si no había suficiente dosis de aventura ya de por sí...).
A eso de las 5 de la mañana empecé a dormirme a ratitos, al menos cerraba los ojos entre contracción y contracción y descansaba lo que podía. Volví a escribir a Amanda con otro breve parte informativo: "Sigo con contracciones, pero son soportables... me siguen pareciendo como dolores de regla. Rafa está dormido, yo entre esto y la tos estoy medio despierta todo el rato".
A las 8 Rafa se despierta y me pregunta cómo estoy, le digo que vaya si quiere a trabajar y que yo le aviso en un rato, pretendo seguir tumbada en la cama intentando dormir (o descansar, al menos).
A las 10 me levanto y escribo a Aitana, le comento la situación y viene a casa a las 11h para ver cómo está la cosa y hacerme compañía. Viene con Mateo, ya que Pablito está en la guardería y así podemos estar más tranquilas. Cuando ella llega yo estoy en el sofá del salón, tumbada de lado, con una manta y la persiana bajada. Ahora es ella quien, con mi móvil, escribe a Amanda: "Desde anoche no han parado. Le vienen cada poquito y ya gime y cierra los ojitos. Cuando se le pasa está bien y habla, pero está tumbada y ojos cerrados.No sé cuánto duran, no mucho, pero son continuas. Yo la veo de parto, sobre todo el estado de ánimo. Las describe como un volcán que viene y va".
Efectivamente, a estas alturas yo notaba como un volcán por la parte baja de la barriga, a la vez que un cierto dolor en la espalda baja, como si algo estuviera tratando de abrirse o expandirse para abrir paso... cada vez que tenía una contracción, Aitana al mismo tiempo que duraba me daba un masaje en la zona más baja de la espalda que me daba bastante alivio -sería la mezcla del masaje y del apoyo incondicional y constante que me decía "tranquila, todo va bien y estamos contigo. ¡Esto que sientes es todo bueno!".
A las 13h viene Rafa a casa y junto con Aitana siguen dándome ánimos, apoyo y compañía -a la vez que se turnan para darme masajes durante las contracciones, me traen algo de comer o de beber, ponen música bajita relajante, encienden unas velas y comen algo ellos también. Es 14 de noviembre, el día de la Gran Luna 🌙 (aunque Lucas aún se haría de rogar...).
A eso de las 17h aparece Amanda con su tranquilidad y saber estar innatos y nos observa primero. Supongo que son años de experiencia, pero a posteriori me resulta asombroso y fascinante su trabajo, como hacen de observadoras y acompañantes por un lado en casas ajenas, se involucran activamente si la necesidad lo requiere, toman el mando si el resto perdemos la calma o hacen de meras espectadoras si es lo oportuno.
La cuestión es que ella primero evalúa la situación, nos observa, luego charla un poco con Rafa y Aitana, para finalmente acercarse a mí en el sofá y decirme que cómo me encuentro; escuchamos el latido de Lucas, me toca la tripa para ver cómo sigue colocado y finalmente me hace un tacto vaginal para ver la dilatación y estado del parto (aunque tengo la sospecha de que ella sabe más o menos cómo está la cosa tan solo con mirarnos).
La situación es que no he borrado el cuello del útero, es decir, llevamos 18 horas de desgaste (digo llevamos Lucas y yo; ¡aunque Rafa y Aitana a estas horas también llevan lo suyo!) y tan solo han sido los famosos pródromos, vamos los preparativos del gran festín, pero sin haber empezado con la juerga. Alentador...
Amanda se va a su casa diciéndonos que descansemos todo lo que podamos, que la cosa va bien pero lenta.
Seguimos así hasta la "hora de dormir", un poco más de música, de dolores, de velas, de masajes, de quemazones que van y vienen, de una embarazada empezando con un parto lento y de 2 cuñados pidiendo comida china para cenar. En todo este tiempo a mí no se me quita el hambre para nada, como lo mismo que comen ellos pero entre contracción y contracción.
Rafa me lleva a darme una ducha calentita para aliviar el dolor y relajar cuerpo y mente en la medida de lo posible.
A las 12 de la noche intentamos dormir, Aitana, Mateo y Pablo caen, como es lógico, rendidos, yo en cambio miro por la ventana, hago respiraciones y sigo con el desgaste del volcán en llamas. Pasadas 2 horas empiezo a desfallecer de sueño, de cansancio, de energía y de ánimos, y despierto a Rafa llorando mientras le digo: "no puedo más, no sé si voy a poder aguantar, esto es muy largo y no soy tan fuerte...".
Rafa se despierta rápidamente e intenta animarme, mientras me abraza y me sostiene me dice que igual es bueno darme un baño de agua caliente. Habíamos leído en una de estas tardes informándonos sobre partos naturales, que el agua calentita de una bañera es un buen analgésico natural y tiene buen resultado para muchas mujeres durante el parto". Así que le digo que vale, mientras me dejo llevar por él hasta el baño (las piernas a partir de estos momentos me tiemblan de manera constante y me recuerdan que las fuerzas se me van yendo a medida que pasan las horas) donde ha puesto velas, música y una toalla para apoyar la cabeza y así poder intentar relajarme y medio dormirme para conseguir que descansara un poco mientras estaba en el agua y conseguir que pasara el tiempo.
Lo cierto es que me relajo los primeros minutos, pero enseguida me entra sensación de agobio y quiero salir... parece que nada me calma.
Volvemos a la habitación y intento pasar las siguientes contracciones tumbada en la cama con Rafa abrazado a mi (a estas alturas no consigo estar bien tumbada), otras levantada apoyada en la pelota de Pilates, otras a cuatro patas, otras andando y apoyándome en donde pillaba... pero nada me alivia, ni me contiene ni me da energía... cada vez estoy más cansada, y con menos energía mental y física... estoy al límite...
Rafa empieza a perder la energía también y decidimos llamar a Amanda para retransmitirle la situación. Aitana se ha despertado también y participa de la fiesta que parece no llegar a su fin.
Amanda nos recomienda otro baño caliente, otras posturas y muchas dosis de paciencia; sin embargo a las 5 de la mañana Rafa le llama y le pide por favor que venga a casa, la situación se nos está yendo de las manos, y la energía empieza a brillar por su ausencia. Yo lloro en varias contracciones diciéndoles a Rafa y Aitana que no voy a aguantar, que no tengo fuerzas y que por favor me lleven al hospital y me pongan la epidural (sin embargo todos tenían muy bien ensayado los papeles que había que llevar a cabo, así que deciden aguantar y darme un poco más de energía -la poca que les debía de quedar a ellos ya a estas alturas, y decirme que Amanda estaba llegando y que solo tenía que aguantar un poquito más, "que lo estaba haciendo muy bien y que claro que era fuerte y iba a poder con ello; que nuestro bebé estaba a punto de llegar".
Amanda aparece y se camufla enseguida como uno más en la madrugada del 15 de Noviembre en la habitación de nuestra casa. Me masajea los pies en las contracciones, me observa y en un momento de descanso escuchamos de nuevo el latido del bebé y me toca la tripa. Me dice que todo está bien, que Lucas está bien, y que solo hay que seguir avanzando en las horas (lo de las horas a estas alturas a mi me parece una broma imposible de llevar a cabo). Por otro lado le digo que no sé si quiero que me haga un tacto vaginal, si a estas alturas me dice que no he dilatado nada, desespero (y ella creo que opina lo mismo, porque no sería hasta las 8h cuando comprobaríamos el estado de la dilatación).
En este escenario, Amanda, Rafa y Aitana se van un momento al salón y algo hablan de manera que cuando vuelven parecen cargados de energía y dispuestos a ir transmitiéndomela de manera constante hasta el momento del nacimiento de nuestro hijo. Especialmente Rafa, quien me sostiene física y emocionalmente en todas y cada una de las contracciones que quedan por venir, y digo físicamente porque empiezo a pasarlas todas de pie (ya no soporto estar sentada, ni tumbada, ni en la bañera... sólo de pie, con el consiguiente temblor de piernas asociado que sigue acompañándome hasta el final).
Y así, Rafa rodeándome con sus brazos, Amanda observándonos y Aitana trayendo vasitos de agua y apoyando desde su posición, las contracciones empiezan a intensificarse tanto en ritmo como en intensidad. Y es así de bonito, como a la vez que me devuelven la energía perdida, el parto va alcanzando su máximo esplendor, la dilatación se empieza a producir y a un paso muy rápido y vertiginoso Lucas se va abriendo paso. Yo sigo perdiendo la energía en muchos momentos para qué mentir, el dolor aumenta tanto que creo desfallecer, y mi cuerpo cada vez está más cansado... pero a la vez Aitana me dice una gran verdad: "esto que sientes ahora es Lucas llegando, aguanta que es todo bueno y sé que puedes hacerlo, ¡claro que puedes!".
Y así es, como a las 8 de la mañana Amanda decide hacerme finalmente el tacto vaginal mientras me dice: "estás dilatada completa, ¡nos vamos al hospital!". Esa frase no se me olvidará nunca, ¡lo habíamos conseguido!
Cogen todas las cosas y vamos en nuestro coche mientras Amanda nos sigue en el suyo (Rafa conduce, Aitana y Mateo van detrás y yo voy en el asiento del copiloto. Amanda me había dicho que fuera delante sentada normal, y que si no soportaba la posición en las contracciones me pasara detrás y me pusiera a cuatro patas; cosa que no hice porque aguanté y porque detrás iban Mateo y Aitana y iba a ser algo complicado! También me dijo que si me entraban ganas de empujar, que esperara -aunque llevábamos toallas en el coche por si las moscas).
Rafa nos deja en la puerta de Urgencias a Mateo, Aitana y a mi (misma cosa que hicimos el 11 de Mayo pasado en Canadá pero esa vez con Aitana de parto en lugar de conmigo y con Carlos de conductor en lugar de Rafa -y con un Lucas muy bebecito en mi tripa en lugar de Mateo ya con sus 6 meses de vida... ¡qué bonito, los primos quedarían unidos de por vida!).
Enseguida nos dan la habitación donde haremos el expulsivo y pasamos Amanda, Rafa y yo, a Aitana no le dejan pasar y se queda en la sala de espera deseándonos suerte.
A partir de aquí, la sensación de desfallecimiento y de no poder terminar con lo empezado desaparecen, se que en poco tiempo tendré a mi bebé en brazos, y ese sentimiento ya es más poderoso que cualquier otro.
En el paritorio del hospital de Torrejón, único en partos respetados, presentamos nuestro Plan de Parto (una simple hoja en la que Rafa y yo habíamos redactado la manera en la que queríamos que nuestro hijo viniera al mundo (que por cierto, cualquier hospital español tiene la obligación de coger y seguir por ley, y que desgraciadamente no es así en muchos hospitales de la Comunidad de Madrid), básicamente en el nuestro decíamos que queríamos un parto natural, sin intervenciones médicas si no resultaba necesario (sin epidural, sin oxitocina sintética, sin episotomía...) y con una matrona en el momento del parto y no un ginecologo (a no ser obviamente que la situación lo requiriera).
Y no se trata de ir de modernos, pero cada mujer y cada pareja deberían poder elegir cómo quieren traer al mundo a su hijo. Y deberían poder elegir con conocimiento de causa; resulta que en un país como España se administra epidural en el parto a la gran mayoría de las mujeres (no es el caso en otros países vecinos como puede ser Inglaterra), y nadie habla e informa de los efectos secundarios, de cómo incrementa las posibilidades de un parto intervenido, de cómo puede estresar al bebé en su llegada al mundo o de cómo deja en un segundo plano los instintos más básicos de la mujer en un acto fisiológico como el parto.
Y no puedo no nombrar esto mientras escribo, pero parte de los cursillos pre-parto a los que asistimos nos "enseñaban" cómo empujar... y esto ya es irónico, una mujer en un parto natural no tiene que haber practicado los pujos (ahora puedo decir con conocimiento de causa lo que sospechaba), pues es algo totalmente instintivo y fisiológico que todas y cada una de nosotras sabemos hacer, ahora bien, si estamos en nuestras plenas capacidades y no dormidas (estando con parte del cuerpo dormido sí resulta necesario que te indiquen cuando empujar, y hasta cómo...).
El caso es que en Torrejón nos ofrecen nada más llegar la bañera, por si quería dar a luz en el agua, sin embargo no me siento muy acuática y declinó esa opción (quizá llevaba ya demasiados baños en casa...). Como alternativas tenemos colchoneta, pelota de Pilates y la silla de partos. Pruebo un poco todo pero decido intentarlo de pie apoyada en Rafa, tal y como habíamos pasado la última parte de la dilatación. Sin embargo las piernas me tiemblan demasiado y me dejo caer casi sin esfuerzo (apoyada en Rafa una vez más) en la silla de partos (es como una silla baja de madera, sin respaldo ni apoya brazos, con la forma de un retrete, de modo que el bebé cae ayudado con el efecto de la gravedad).
En esta última parte, el expulsivo, van cambiando mis sensaciones. Nos ofrecen un espejo por si queremos ver este inolvidable momento, a lo cual accedemos. Rafa está abrazándome por detrás con su manos rodeándome la tripa y sintiendo perfectamente los movimientos de Lucas, de tal forma que cada vez que el bebé se mueve él me dice: "ahora, ¡empuja!". Y así, trabajando todos en equipo, en nuestras plenas capacidades (aunque cansados y ayudados por la oxitocina natural que produce mi cuerpo) se produce el momento más mágico de nuestras vidas, y vemos cómo va apareciendo la cabecita de nuestro hijo para salir después su cuerpo.
Nada más salir me lo pone la matrona encima mío piel con piel y lloramos de alegría. Él viene al mundo sin llorar (falso mito el de que los bebés tienen que nacer llorando; nacen llorando cuando nacen estresados), y enseguida abre bien sus ojitos y nos mira cómo diciendo: "¡ya estoy aquí!".
Hasta aquí las crónicas del nacimiento de nuestro bebe. Parto largo, duro, precioso y mágico a la vez.
Nunca podré olvidar estos momentos que me han transformado para siempre como persona, ahora en madre.
Y nunca olvidaré ni estaré suficientemente agradecida por la ayuda y el apoyo de mi matrona, Amanda, por ayudarme al presentarme en su consulta en la semana 36 de embarazo cuando parecía que no era posible dar a luz de una manera menos hospitalaria y medicalizada, y más humana.
A Aitana, por estar siempre ahí aunque haya sido muchas veces a través de FaceTime y por apoyarme y darme tanta energía. Tu ahijado y tú tenéis una unión inseparable y él es tan afortunado de tenerte!
Y a Rafa, porque no lo puedo expresar con palabras... sin ti nada hubiera sido posible.
Experiencia de Alba, parto de Nilo
12 de Diciembre del 2016
Tanto para para mi pareja como para mí ha sido fundamental y de gran ayuda todo lo que aprendimos durante el curso de preparación al parto para afrontar este esperado momento con ilusión y seguros de lo que queríamos que hacer.
Entre muchas de las cosas que aprendimos, destaco la importancia de conocer las diferentes herramientas para gestionar el dolor durante el parto, haber realizado el hipnoparto, tener clara toda la información relacionada con los protocolos y cómo se podía desarrollar un parto, así como aprender a confiar en el cuerpo y en una misma...
Además, ha sido genial hablar sin tabúes sobre el embarazo, poder resolver tus dudas del día a día, charlar con las compañeras y aprender con ellas; y muy importante también el acondicionamiento físico en la piscina que realizamos, ¡cuánto mejor se está físicamente y emocionalmente más fácil será el trabajo de parto y la recuperación post parto!
Así que, solo puedo dar millones de gracias a Ilitia Mujer & Maternidad ( Amanda y Laura) por prepararme para el que sin duda ha sido el momento más emocionante de mi vida.
Así comenzó todo...
Se me rompió la bolsa y estuve esperando pero no me puse de parto, fui a las 12 horas al hospital, me miraron y me pusieron propex y monitores (son un rollo).
Me explicaron el protocolo (que no era muy alentador)...
Al final solo con una toma de propex y andando todo el rato se iniciaron las contracciones, a partir de ahí todo fue bastante rápido, en 5 horas aprox ya estaba pariendo, conseguí aguantar sin epidural ,en gran parte gracias a Miguel.
La postura elegida para empujar fue a cuatro patas.
No he tenido ningún punto y en general la recuperación está yendo muy bien , pero yo me haría tan a gusto otro curso de preparación a la maternidad: la lactancia es más difícil de lo que imaginé (ya tengo alguna grieta ) y los primeros días en bastantes ocasiones me he sentido perdida, pero al final confiando en tu bebé y en ti misma las cosas se van colocando.
Relato de parto y nacimiento de mi bebé arcoiris
6 de Octubre del 2016
Mi segunda hija es una bebé arco-iris.
Nació en un parto muy largo, doloroso, duro e intenso. Intuía que sería así porque siempre me he identificado más con los relatos de parto largos y dolorosos que con los cortitos y casi indoloros.
Mi primer hijo fue una cesárea por fallo de inducción. Muchos problemas de lactancia y depresión post-parto.
Dos años después nos volvimos a quedar embarazados, pero en la semana 12 la ecografía mostró que el embrión había dejado de latir en la semana 5 ó 6.
Esa misma noche eché el embrión.
En el hospital me dijeron que esperara una semana para ver si lo había expulsado todo. Cuando volví a la semana, quedaban restos por lo que decidieron ponerme una inyección de Metergyn y mandarme para casa. Me avisaron que me dolería como si tuviera la regla.
Me fui a casa a comer y sobre las 4 de la tarde empecé a tener dolores más fuertes que una regla.
Me tumbé a ver si bajaba la intensidad. Al contrario, cada vez eran más fuertes, hasta que a las 11 de la noche, llorando y retorciéndome de dolor nos fuimos corriendo al hospital.
Era un dolor intenso, continuo como una taladradora que está abriendo la carretera para llegar a las tuberías, no daba tregua, agotador, negro como el tizón y con muchísimo miedo a que el útero estallase.
La ginecóloga me dijo que había dilatado 3 cm porque se había producido un tapón en el cuello del útero. Me lo quitó y respiré aliviada. Me dieron un calmante y me dijeron que lo mejor era ingresarme y ponerme Metergyn en vena, junto con un calmante, para que terminara de expulsar todo lo que tenía.
Me había informado muchísimo para este embarazo, pero sobre abortos, no tenía ni idea, me metieron el miedo en el cuerpo, que si era lo mejor, que si se podría producir una infección. Acepté que me ingresaran.
A pesar del calmante, no pude pegar ojo, me pasé toda la noche llorando.
Los calmantes habían encerrado al dolor, pero oía el eco de mi útero vibrando, latiendo, gimiendo y llorando.
Creo que estuve así 3 ó 4 horas. Al mediodía me volvieron a hacer una ecografía y la ginecóloga me dijo que quedaban restos por lo que lo mejor era hacer legrado.
Casi sin voz, cansada, triste y derrotada, le dije que me iba a mi casa, que no quería que me hicieran nada más.
Una ginecólogo jovencísima intentó utilizar el miedo a la infección para convencerme de que era un error.
De mala gana me dio el alta voluntaria sin dejar de mirar el ordenador.
Fui a un ginecólogo privado. Después de esperar a que me bajase la regla, una ecografía confirmó que estaba todo perfecto y que me podía quedar embarazada cuando quisiese.
Así llegó mi bebé arco-iris.
EL PARTO
Un par de días antes de dar a luz, por la noche empecé con pódromos suaves, cada hora y media, me daba tiempo a dormir y descansar un poco.
Justo a la noche siguiente, sobre las 9, eran cada media hora, apenas podía descansar, la pelota de pilates me relajaba, aguanté hasta las 9 de la mañana.
No pude más y llamé a mi matrona, Amanda, me aconsejó un baño caliente para detener las contracciones y que me diera tiempo a descansar un poco.
Así lo hice, bajaron a 40 minutos. Al mediodía empezaron a ser más fuertes. Eran contracciones fuertes, como las olas del mar, notabas perfectamente como se acercaban, te daba tiempo a prepararte, en mi caso, me daba tiempo a salir de la bañera, cogerme a Juanma, vomitar y gritar, al cabo de unos minutos el dolor se fue.
Volvía a la bañera a descansar unos 20 minutos hasta que aparecía otra ola.
Sobre las 7 de la tarde ya empezaron a ser cada 5 minutos.
Mi miedo fue volver a tener el mismo dolor que tuve con el Metergyn. Si eso ocurría no sería capaz de hacer la dilatación en casa, como habíamos contratado, me iría corriendo al hospital a ponerme la epidural. Pero no fue así, las últimas contracciones fueron muy dolorosas, tanto como las que me produjo el Metergyn, sin embargo, duraban unos minutos y mi cuerpo se relajaba por lo que me daba tiempo a recuperarme y eso fue lo que hizo que aguantase toda la dilatación en casa junto con Juanma y Laura, la matrona.
Por eso estuve tranquila, dejando hacer a mi cuerpo y aceptando el dolor como algo natural, en ningún momento pensé que fuese a estallar mi útero o que mi bebé o yo estuviésemos en peligro.
Al final, en cada contracción cerraba los ojos, me ponía en cuclillas, gritaba y respiraba tranquila cuando se iba la contracción.
Lo más increíble es que mi cuerpo tenía fuerzas para seguir así después de casi dos días.
Cuando decidimos irnos para el hospital tuve la peor contracción de todas, incluso más dolorosa que las que sufrí con el Metergyn, en ese momento creí que me desmayaba o que me rompería en dos, me metí en la habitación a oscuras, me puse a cuatro patas, grité.
Cuando terminó me puse de pie agotada pero con fuerza suficiente para bajar al garaje y subirnos en el coche.
Justo en el momento de ponerme a cuatro patas en el asiento de atrás, empecé a pujar. Apenas había dolor. El miedo a sufrir el mismo dolor infernal del Metergyn, se esfumó.
Mi cuerpo ya se había abierto por completo y yo había sido capaz de aguantar el dolor. Ahora solo pujaba. Como no me lo creía le pregunté a Laura que en qué fase del parto estaba. Mirándome con sorpresa por la pregunta, simplemente dijo "estás pujando".
Estuve pujando durante casi una hora. Con Laura y Juanma a mi lado y Elena, la matrona del hospital que iba y venía casi sin hacer ruido.
Elena me invitó a probar la silla de partos.
De manera automática me senté en ella, no fui consciente de lo que estaba haciendo.
Los pujos en la silla de partos eran más cómodos y más rápidos.
Noté perfectamente el anillo de fuego de todos los relatos de parto que había leído durante años. Pero también noté que en esa postura me iba a desgarrar. No hubo tiempo de cambiar de postura. Inés ya estaba fuera. Rosadita y con los ojos como platos mirándome.
Esa foto finish me acompañará siempre hasta el último día de mi vida.
Se agarró al pecho haciéndome muchísimo daño, acabé con heridas en los pezones. Al día siguiente supimos que tenía frenillo.
Dejamos que el cordón umbilical dejase de latir, la placenta no tardó ni 10 minutos en salir. Inés estaba tranquila en mi pecho, atravesándome con su mirada. Yo, agotada. No me terminaba de creer que lo hubiese conseguido. No hubo ninguna intervención médica en el parto, todo fluyó de la manera más natural.
Lo conseguí gracias a los insoportables dolores que pasé un año antes con el Metergyn, estoy segura de que si mi cuerpo no hubiese pasado por eso antes, no habría sido capaz de soportar dos días enteros los duros pródromos y contracciones. Durante estas interminables 48 horas de dolor, mi cuerpo también descansaba y se relajaba. Mi útero me avisaba unos segundos antes de que se acercaba la contracción, nunca sentí a mi útero en peligro y eso fue lo que me dio la tranquilidad de aguantar hasta el final.
Curiosamente, el aborto de un año antes me hizo tener un parto consciente de mi cuerpo y de mi poder como mamífera y poder ayudar a mi hija a tener el nacimiento que ella se merecía.
Treinta y seis horas después estábamos saliendo del hospital. En mi vida me he sentido más sexy, libre, y fuerte.
Parto de Valeria y nacimiento de Laura
7 de Julio del 2016
A mitad de abril, embarazados de 6 meses, decidimos empezar a ver a Amanda para prepararnos para el parto.
Yo ya estaba haciendo un curso de la seguridad social, pero queríamos hacer algo juntos, José Luis y yo, y sobre todo queríamos informarnos sobre lo que significaba tener un parto respetado y natural.
Yo, acostumbrada a bailar y moverme mucho estaba, desde el principio, orientada a querer sentir mi cuerpo durante el parto y tenía miedo a la idea de bloquearlo con la epidural.
Fue gracias a todas las informaciones que recolectamos, las que nos dio Amanda y las experiencias que nos contaron amigos, que decidimos cambiarnos de hospital y pedimos traslado a Torrejón. Además, decidimos contratar el servicio de dilatación en casa con Amanda y que nos acompañara en el parto en el hospital.
Y así llegó el día 6 de junio... me fui a clase de pilates y volví rápidamente a casa porque llegaban mis padres de Italia. Faltaban 10 días para la fecha prevista para el parto, pero mi padre estaba convencido que la niña nacería el día 7...
Ese mismo día, antes de irme a la cama, noté que había perdido el tapón mucoso.
Consulté Amanda, que me confirmó que probablemente era eso y me dijo: “ ya va quedando menos”.
Pensando que simplemente era una indicación de que podían quedar días parto me fui a la cama.
Una media hora más tarde empecé a tener molestias en el bajo vientre y a estar incómoda tumbada.
Empecé a andar un poco por la habitación y a sentarme en la pelota de pilates.
En las dos horas siguientes hablamos con Amanda dos veces para decirle que no sabíamos bien lo que me estaba pasando: no creía posible que fueran contracciones, ya que la parte alta de la barriga “no se me ponía dura” y porque no dolían lo suficiente.
Fui también al baño varias veces y José Luis empezó a calcular la frecuencia y las duraciones de lo que yo no quería reconocer como contracciones.
A las 2:30 pedimos a Amanda que viniera a casa a ver qué tal iba la cosa.
Mientras tanto, por recomendación de Amanda, yo me metí en la ducha y recuerdo muy bien cómo el agua caliente me ayudaba a aguantar las molestias.
Amanda llegó y comprobó muy pronto que estaba ya dilatada 8 cm.
Cogimos la maletas y salimos rumbo al hospital.
Desde el coche Amanda llamó al hospital informando de que íbamos para allá y preguntó si estaba libre el paritorio con bañera.
A las 4.30 llegamos al hospital, nos registramos y nos acompañaron al paritorio.
El matrón del hospital, Antonio, me pidió el plan de parto y me explicó que antes de poder entrar en la bañera tenía que estar conectada un ratito a los monitores.
Pasé ese rato en la ducha y luego me metí en la bañera donde empecé a tener ganas de empujar. Creía que no estaba empujando bien, pero Amanda y Antonio me dieron confianza y me dijeron que siguiera así, que lo estaba haciendo fenomenal, y que faltaba menos para ver a Laura.
José Luis, siempre a mi lado me daba apoyo y seguridad, ¡fue un trabajo de equipo!
Después de una hora o así en la bañera me invitaron a salir de ella, probablemente la pulsaciones de Laura no iban como tenían que ir...
Salí de la bañera convencida de que, pasara lo que pasara, estaba en las mejores manos posibles, de que no tenía que preocuparme, y de que faltaba aún menos para ver a nuestra hija.
Fue poco más tarde que después de otro pujo me hicieron tocar el pelo de mi bebé con mi propia mano ...era verdad, ¡estaba empujando bien! ¡Podíamos hacerlo!
Miré a José Luis que estaba a mi lado, él seguro que ya estaba viendo la cabeza salir.
Fue así, tumbada de lado en la cama, con un pie haciendo fuerza en el hombro de Antonio, que di un último empujón y salió Laura.
Cuando su cuerpo deslizó en mi canal de parto sentí un placer enorme (yo que no me creía lo de los partos orgásmicos he tenido que cambiar de idea...) y pensé (y dije, creo): qué pena que no todas las mujeres puedan sentir su cuerpo en este momento, que no pueden experimentar esto dando a luz...
De inmediato me pusieron a Laura en el pecho para que buscara la teta.
Fue maravilloso ver cómo encontró espontáneamente mi pezón... el padre y yo nos emocionamos.
A las 7 de la mañana expulsé la placenta, sin necesidad de oxcitocina sintética, mientras Laura pasaba unos minutos piel con piel con su papá y más tarde nos pasaron a planta, sin separarnos nunca de nuestro bebé.
Fue así: todo natural y respetado, como yo quería... y Amanda nos ayudó a creer que era posible... fue un parto que sentimos como “nuestro” y, como dice mi marido: sin necesidad de un pinchazo pero con todas las contingencias controladas.
El personal del hospital fue maravilloso y profesional, también en los días siguientes al parto: nos sentimos respetados en todo momentos.
Una vez en casa vimos a Amanda otras cuantas veces, para controlar qué tal estábamos Laura y nosotros.
Su apoyo emocional y sus consejos fueron de gran ayuda para empezar nuestra gran aventura los tres juntos, escuchándonos mutuamente día tras día.
Gracias, Amanda. Por habernos ayudado en todo el proceso...
En unos años contaremos a Laura la maravillosa persona nos acompañó para traerla al mundo.
Hoy Oihane cumple un año. Gracias
20 de Julio del 2016
Hace un año nació Oihane en un parto que recuerdo como la experiencia más intensa y emocionante de mi vida.
Un gran trabajo en equipo entre Juan, Oihane y yo.
El primero de ellos que hicimos todos juntos y que dio como resultado que nuestro bebé "viniera nadando" hacia nosotros.
La prueba final de que realmente dentro de esa tripa y tal y como afirmaban las ecografías había una persona, que en ese momento nos miraba con curiosidad, como nosotros a ella.
El embarazo me lo tomé como un master preparatorio, leí 'todos' los libros, artículos, relatos, vi documentales.
Todos ellos me reafirmaban en la idea de tener un parto natural, rodeada de personas que respetaran ese momento que nos pertenecía.
Llamé a Amanda una vez ya creía que "me lo sabía todo".
Ella nos dio la confianza, pautas y me ayudó con mis miedos. El mayor de ellos, que tuvieran que inducirme, cada vez se hacía más probable mientras pasaban los días después de la Improbable Fecha Probable de Parto.
Acudió a mi llamada de 'hazme lo que sea', y lo hizo.
Acunamos a Oihane con un rebozo mexicano, y al de poco más de un día empezó todo.
Llegamos al Hospital de Torrejón 12 horas después de detectarme una fisura en la bolsa, con pequeñas contracciones y siguiendo las indicaciones de Amanda para comprobar que tanto nuestro bebé como yo estábamos bien mientras descansábamos en casa esperando el momento.
Cuando llegamos a monitores nos informaron de que no estaba de parto, y me daban 12 horas más para que este empezara.
Una sesión más de rebozo aceleró e intensificó las contracciones, y aunque no se creían que ya me había puesto de parto, lo hice.
Cuando mi matrona del hospital entró por la puerta con una dulce sonrisa indicándome que era la hora de comenzar con la inducción yo la miré y pensé, '¡como no haya borrado el cuello del útero me pongo la epidural!'. Después de ver una de las últimas contracciones más duras que recuerdo me miró y me pidió realizarme un tacto, el primero, para ver como iba. Estaba de 6 cm, ¡me pido la bañera!.
No llevé muy bien la monitorización previa a la bañera así que cambié de opinión pero afortunadamente la matrona no me hizo mucho caso y me llevaron a la bañera una vez comprobaron que todo estaba bien, menos mal.
Uno de los mejores momentos que recuerdo fue notar como el agua caliente relajaba mi musculatura cansada y dolorida. Me dormía entre contracciones, y durante las contracciones gritaba un poco de todo.
¡Ya se le ve la cabeza! me decían. 'Y si se le ve la cabeza... ¡Por qué no me lo sacas!' les respondía.
Al final y viendo que no pensaban sacarme al bebé decidí hacerlo yo, empujé, y empujé y noté como nacía mi bebé.
Juan siempre a mi lado, sujetándome, vimos juntos como nuestro bebé venía nadando hacía nosotros.
Dicen que la llevaba una matrona, pero yo creo que ella lo hizo sola, nadando en busca de sus padres.
El alumbramiento natural se produjo según me levanté para salir de la bañera.
Y fuera de ella nos confirmaron que nuestro bebé era ¡una niña!
Todo estaba bien, me di una ducha y nos dormimos los tres, había sido un día largo y nos lo merecíamos.
Desde ese día siempre dormimos los tres juntos.
Todos los días es lo primero y último que veo.
Sonrío al acordarme del día en que nació, y así se lo contaré a ella. Que nació junto a su padre y su madre entre risas, sonrisas, algún que otro grito y que lo volvería a hacer hoy mismo.
Que sepa que si quiere podrá parir como le parieron a ella y que será una experiencia emocionante, intensa, preciosa, rodeada de amor, de fuerza y sin miedo.
Muchas gracias Amanda por ser parte de todo esto.
Agurtzane
JIMENA NACIÓ EN UN HOSPITAL MUY RESPETUOSO
20 de Diciembre del 2015
Mi parto ha sido, probablemente, la experiencia más intensa de mi vida.
Tenía terror a ser víctima en lugar de protagonista, a que me ningunearan, me mangonearan y no me escuchasen ni me dejasen hacer las cosas como yo quería. Nada de eso sucedió. “Qué suerte” me dicen muchos.
No fue suerte: mi parto fue tan maravilloso, entre otras cosas, porque contraté a Amanda.
Nunca tuve miedo al dolor de parto ni a todo el proceso natural.
Tenía muchísima confianza en la Naturaleza y en mi cuerpo. No tanta en los profesionales sanitarios de los hospitales españoles.
Siempre he sentido que quería un parto natural y he buscado información al respecto, pero cuando supe que estaba embarazada, intensifiqué esa convicción y la búsqueda; así es como encontré a Amanda: por internet, escribiendo en un buscador “parto natural en Madrid”.
Desde la primera consulta me sentí escuchada y comprendida. Sentí que Amanda estaba allí para formar equipo conmigo, con mi forma de pensar, con mi cuerpo y con mi bebé.
Las clases de preparación, muy cerca de la fecha de parto por mis circunstancias laborales, fueron muy interesantes y reforzaron esa confianza en mi cuerpo que yo ya sentía.
El 19 de diciembre, después de la siesta, rompí aguas. Ese día no tuve contracciones en ningún momento .
Estuve en contacto con Amanda, que me dijo que si no tenía contracciones ni fiebre y el líquido amniótico era claro, podía relajarme: quedaba bastante tiempo.
Un miedo interno: sabía que muchos médicos aconsejan acudir al hospital cuando se rompe aguas, y que si en un número determinado de horas (en unas regiones 12; en otras, 24) no ha habido contracciones, se induce el parto. Era exactamente lo que no quería que ocurriese.
Amanda vino a verme al día siguiente por la mañana. Todavía quedaba mucho, así que estuvo solo un rato conmigo.
Me encontraba un poco revuelta y sin ganas de salir a la calle, así que paseaba por casa, me sentaba de vez en cuando en la pelota de pilates y bebía un poco de yogur.
A la tarde empecé a sentir un dolor extraño: presión y ganas de ir al baño. Para aliviarlo, de vez en cuando me duchaba. Eran las famosas contracciones. Me tomaba la temperatura e iba hablando con Amanda, pero el momento todavía no llegaba. Hacia las 19-20 h se intensificaron –no sé los intervalos porque nunca los medí- y alrededor de las 20 h llamé a Amanda, llegando a tirar el teléfono y a gritar –porque era lo que mi cuerpo me pedía-.
Ella me dijo que venía para casa.
Yo me sorprendí, pero más tarde, me explicó que claramente estaba de parto. De hecho, cuando llegó y me exploró (previa petición de mi permiso), vio que mi dilatación era de unos 7.5 cm.
Nos ofreció llenar la piscina de partos, advirtiéndonos que si lo hacíamos, el bebé nacería en casa. Como teníamos el acuerdo de dilatar en casa y parir en el hospital –en un hospital muy respetuoso-, allá fuimos.
Bajar las escaleras con contracciones, cruzar el patio con contracciones, llegar al coche con contracciones, el viaje al hospital –que se me hizo eterno- apoyada en los asientos,contracciones; admisión, contracciones; sala de triage, contracciones; celador con silla de ruedas: “no, no, imposible: yo no puedo sentarme”, contracciones; eterno periplo hasta las salas de parto flanqueada por Amanda y el padre de Jimena, contracciones.
Saco del bolsillo del abrigo un papel en un folder arrugado y lo entrego: “este es mi plan de parto; el padre y mi matrona; entran los dos”, contracciones. Monitor, contracciones; “que llenen la bañera ya, ¿por favor?”, contracciones; un rato eterno, contracciones; me desnudo, contracciones; “lo que escucho está bien, pero no lo escucho todo el rato; con este monitor no te puedes meter en la bañera”, contracciones; me desnudo, contracciones; “EN LA DUCHA”, contracciones; Amanda me riega la espalda, contracciones; “más caliente”, contracciones; “me quema”, “me rompo”. Las últimas contracciones vinieron separadas por intervalos que sentí eternos pero que me permitieron tomar aliento y reunir fuerzas.
Jimena nació perfecta (Apgar 9 y 10) a las 23:17 del día 20 de diciembre de 2015 y mi cuerpo quedó perfecto, íntegro.
La atención fue impecable: nadie me dijo lo que tenía que hacer o no, ni cómo colocarme, ni que no gritase.
Todo el equipo me animaba y obedecía a mi cuerpo: fue un parto totalmente respetado.
¿Y después? Amanda siguió viniendo a vernos hasta un mes después del parto, lo cual es muy agradable, porque no siempre apetece salir de casa enseguida.
Una recomendación: realizar el proceso completo en la intimidad de casa.
Mi parto era de casa. Fue respetado y bastante íntimo, no perfecto, pero maravilloso.
Siempre te estaré ETERNAMENTE AGRADECIDA, espero que te vaya fenomenal, estoy segura de que será así; y también espero algún día tener más hijos y que nazcan en casa, con tu acompañamiento y tu profesionalidad.
Un abrazo muy fuerte, de corazón,
Elena
Rodrigo nació en casa, parto de matrona
7 de Marzo del 2016
Arantxa y Rafa aún están redactándo su relato del nacimiento de Rodrigo pero yo ya lo he terminado.
¿Por qué escribo yo también? Porque Arantxa es amiga y matrona compañera en la asistencia al parto a domicilio... y me he tomado la libertad de expresar desde fuera, cómo viví ese momento :)
El 7 de marzo fue un día muy especial, tuve el gran regalo de acompañar el nacimiento del bebé de una amiga.
Una amistad que se forjó acompañando nacimientos en casa en Valladolid hace ya unos años.
Fuimos compañeras, presenciamos alegrías, compartimos noches en vela, momentos emocionantes, algunos duros y otros apresurados por la velocidad en la que querían venir al mundo algunos bebés..
Cuando Arancha me llamó para decirme que estaba embarazada me produjo una alegría inmensa y cuando me pidió que le atendiera su parto en casa no pude sentirme más feliz.
Yo confiaba plenamente en su capacidad para parir, estaba convencida de que ella estaba preparada para vivir una experiencia tan intensa como la que iba a suceder.
Rafa, su chico, estaba completamente convencido de esta decisión; ya eran muchos años juntos y él sabía tan bién como nosotras los riesgos y beneficios de un parto en casa y de un parto hospitalario.
Lo tenían clarísimo, si su embarazo era de bajo riesgo el mejor lugar para dar a luz a su hijo sería en su hogar.
No pudo ser, su casa estaba a 45 minutos de un hospital y nosotras ya habíamos tenido experiencias de partos a esa distancia del hospital y no nos gustó la sensación… Nunca nos pasó nada, pero de habernos sucedido algo era demasiada la distancia.
Siempre hemos tenido muy claras las cosas, lo más importante en un parto programado en domicilio es la seguridad, por lo tanto, para tranquilidad mental de tod@s, se alquilaron un pisito estupendo en el centro de Valladolid.
A las 37 semanas de gestación entramos de guardia las matronas que íbamos a acompañarles.
Ana era compañera de residencia de Arantxa en Valencia y gran amiga desde entonces; había trabajado mucho en paritorios de baja intervención pero era la primera vez que iba a presenciar un parto en casa. Estaba encantada de haber sido invitada a este evento.
Naza es residente de matrona en Madrid y madre de tres niños, dos de ellos nacidos en casa. Su saber estar, su predisposición y empatía nos encanta.
Y yo emocionada, deseando vivir esa experiencia, sintiéndome orgullosa de que me hubiera ofrecido algo tan íntimo e importante.
Me hubiera encantado tener a Laura al lado, mi compañera habitual en los partos en casa, pero no podía ser… tres bebés más iban a nacer el mismo mes en Madrid y ella tenía que quedarse al frente.
Cuando entramos de guardia comprobamos que todo estaba correcto, el bebé estaba perfectamente colocado, la logística de la casa muy organizada, la piscina de partos en el salón y el material de urgencia revisado y colocado estratégicamente dentro de un armario.
Cuando Rodrigo quisiera nacer le estaríamos esperando.
Arantxa ya se encontraba pesada, andaba con dificultad y ya había comenzado con contracciones; parecía que no quedaba mucho tiempo para que el pequeñín naciera…
Y efectivamente, una semana más tarde recibíamos noticias en el grupo de whatsup: “chicas he roto aguas, son claras y no tengo contracciones, en un rato recogeremos y marcharemos al piso de Valladolid”.
Hablamos por teléfono en varias ocasiones y cuando comenzaron las contracciones hicimos la logística.
Ana iba a ser la primera en llegar puesto que era quien estaba más cerca; y Naza y yo cogeríamos el Ave.
De camino Ana nos informa que Arantxa está llevando a cabo su trabajo de parto con mucha tranquilidad y tras pedirle un tacto, descubre que ya está dilatada de 4 cm pero la cabecita de Rodrigo se encuentra deflexionada (en lugar que tener la barbilla pegadita al pecho, el niño hace justamente lo contrario).
Cuando Naza y yo llegamos, Arantxa comienza a sentir cada vez más dolor en el pubis…
Sospechamos el motivo: ¡la posición de la cabecita de Rodrigo!
Confiemos en que con mucho movimiento la cabecita se coloque correctamente.
Arantxa y Rafa bailan, ponen salsa y ella mueve su cadera en todas las posiciones posibles.
Está cansada, lleva más de un día sin dormir… se echa en la cama un ratito de lado pero las contracciones no le dan tregua.. Recuerdo acompañarla a vomitar al baño… ¿Cuántas veces hemos hecho lo mismo juntas? No vomitar nosotras… ;) pero sí acompañar a mujeres que estaban a punto de parir… venga, esto tiene buena pinta!! Le damos ánimos…
Ella comienza a desesperarse, le duele mucho el pubis y dice que no sabe si podrá hacerlo… “¿He montado todo esto para irme ahora al hospital? Joer… no puede ser… Quiero que me explores!”
Le digo que igual podemos esperar para otro tacto pero ella insiste así que accedo: 7 cm y cabecita perfectamente colocada en un primer plano.
Oleee, esto ya es otra cosa, todas contentísimas nos ponemos a llenar la piscina de partos y Arantxa deseando meterse.
Cuando entra en la piscina todo parece cambiar, Arantxa consigue desinhibirse un poco más y dejarse llevar por la intensidad del momento.
“Madre mía con lo vergonzosa que soy yo y aquí estoy con el culo en pompa y metiendo unos gritos… madre mía los vecinos!! Bueno, como no nos conocen… jajajaja “
Las olas iban y venían, la oxitocina nos envolvió a tod@s, ese ambiente mágico que tanto me gusta… ese ambiente sin horarios, sin protocolos hospitalarios, en libertad, de manera instintiva y absolutamente mamífera.
Calor, penumbra, masajes en la espalda, vocalizaciones, el sonido de la Reflex haciendo un precioso reportaje de fotos casero, la música de Rosa Zaragoza, las ondas alfas del Hipnoparto… y Arantxa se dejaba llevar, se dejaba mecer por las olas…
Esto se intercalaba cada 15 minutos y puntualmente para escuchar a Rodrigo con el dopler, para confirmar que todo estaba perfecto; porque ante todo y como dijimos al principio, está la seguridad… y con eso nosotras somos muy rigurosas.
Algo que ya suponía se confirmó: fue incapaz de desconectar de su profesión: “todavía tengo cuello, no estoy en completa, pero tengo la cabeza casi en un tercer plano… Rodrigo hijo sal ya que te estamos esperando!!”
Nos reíamos…
¿Y cómo puede dejarse llevar una matrona? No lo sé… la curiosidad me corroe por dentro.
¿Qué tal preciosa, cómo estás? “Ya me lo dirás, ya… cuando te toque a ti ya me contarás…”
Nos reíamos…
Y efectivamente, ya le contaré, cuando tenga un bebé tengo clarísimo quien quiero que me acompañe, no concibo compañía mejor que mi chico y mis tres matronas favoritas…
Finalmente Rodrigo decidió asomar su cabecita, el aro de fuego hizo su presencia y mientras Arantxa gritaba y resoplaba, su cuerpo empujaba instintivamente al pequeñín, que hizo su trabajo de una manera impecable.
Le costó desprender los hombros por lo que realizamos la maniobra correspondiente para estos casos y automáticamente pudo salir y ser recogido por los amorosos brazos de su madre.
Apgar de 10 para Rodrigo y periné íntegro para su madre, ¿no está mal no? J
Ha sido una experiencia con gran implicación emocional, porque acompañar a una amiga, encima matrona de parto en casa, en el momento más trascendental de su vida… presenciar cómo trae a su hijo al mundo de esta manera que ambas compartimos y en la que creemos, es algo que nos va a unir de por vida.
Fue un equipo perfecto: Rafa, Ana, Naza, Arantxa, Rodrigo y yo.
Tod@s pusimos nuestro granito de arena para que este nacimiento fuera respetado, confiamos en la naturaleza, en la sabiduría de Rodrigo y en el poder de Arantxa. Y funcionó.
Como casi siempre funciona cuando esto se respeta…
Porque las mujeres podemos parir, si se confía en nosotras, si nos dejan en paz, si los profesionales sanitarios a los que acudimos confían en nosotras en lugar de meternos tanto miedo en el cuerpo que creemos depender de ellos para que nuestra vida y la de nuestro hijo no corra peligro.
Parir en casa acompañada por profesionales, por matronas, es seguro; la ciencia lo avala… y la experiencia es completamente única.
Cristina, mi parto en casa
21 de Enero del 2016
Cristina tiene su propio Blog y ahí os derivamos para leer este precioso relato del nacimiento de su segundo hijo.
Gael ya ha llegado!
10 de Febrero del 2016
Nació el día 30 y todo ha ido muy bien.
Nos queríamos quedar tranquilamente en casa el mayor tiempo posible, y al final todo empezó a ir tan rápido que casi no nos da tiempo a llegar al hospital!!
Me desperté con algunas contracciones a las 4 de la mañana, pero luego me volví a dormir hasta las 6.
Entonces ya venían más seguidas, se lo dije a Víctor, y nos pusimos todos contentos, preguntándonos si sería el momento de verdad, ya tenía contracciones cada 10 minutos más o menos, pero pensamos que aún sería largo...
Sobre las 9 Víctor se fue a comprar churros y porras para el desayuno (cuando lo contamos todo el mundo se ríe de lo tranquilos que somos...).
Cuando íbamos a desayunar las contracciones ya eran más fuertes, largas y seguidas, cada vez que venía una al principio necesitaba andar y luego me ponía de rodillas apoyada en la pelota o en el sofá, ahí ya me di cuenta de que ya nos teníamos que ir al hospital.
Me di una ducha, que me sentó genial porque el agua caliente me aliviaba un montón y ya nos fuimos.
Cuando estábamos llegando al hospital, empecé a sentir ganas de empujar.
Llegamos a urgencias a las 10:45, nos dan el ticket y nos mandan a la sala de espera, que estaba llena de gente.
Yo le dije a Víctor que no podía estar allí esperando y me metí en el baño, mientras él volvía a la ventanilla a decir que era urgente.
Yo en el baño rompí aguas y ya me vinieron a buscar con una silla de ruedas.
El celador que me subía al paritorio me decía: "tranquila, siendo primeriza esto aún va a tardar, ojalá fuera tan rápido..." y me quería dejar en la sala de espera del paritorio, también llena de gente, y yo le dije que no quería estar allí, que prefería el pasillo, que tenía que empujar.
Él me decía que no se podía empujar, hasta que me vio que no podía evitarlo y salió corriendo a buscar una matrona, mientras Víctor me sacaba al pasillo.
Sobre las 11:05 la matrona vio que estaba completamente dilatada, me llevaron corriendo a una sala, nada más llegar me tiré de lado en la camilla, me puso el monitor para comprobar que todo estaba bien, enseguida Víctor me dijo emocionadísimo que se le veía la cabecita a Gael, y en 2 o 3 empujones más ya estaba encima de mi... Nació a las 11:15.
Fue todo tan rápido, que ni les dio tiempo a leer el plan de parto, no me pudieron dar antibioticos aunque el exhudado dio positivo y ni nos dio tiempo a donar el cordón umbilical, tanto tiempo pensándolo y al final decidió Gael que se quedaba toda la sangre para él (eso que se lleva). Al nacer midió 50 cm y tuvo un peso de 3,110 kg.
Una semana después la pediatra nos dijo que había ganado peso!!
Fue super bonito, una experiencia increíble!
El dolor de las contracciones lo llevé bastante bien, siempre pensaba que aún iban a venir mucho más fuertes y creo que eso me hizo soportarlas mejor. Eso, el movimiento, y la tranquilidad que mantuvimos los dos todo el tiempo.
Me hice un desgarro grado 2 aunque me dijeron que al músculo había llegado poco.
Gael está muy bien, la lactancia nos costó un poco los primeros días, se me hicieron grietas porque no conseguía que se agarrase bien, pero ya están curadas y cada vez se nos da mejor.
Yo he estado dolorida pero ya estoy muy bien.
También he tenido algunos momentos de bajón y de llorar, ¡es verdad que es duro el posparto!...
Pero en general estamos contentísimos con Gael y con cómo ha ido todo, y queremos agradecerte todo lo que aprendimos en las clases, sabemos que si todo salió tan bien, se debe en gran parte a la preparación al parto que tuvimos :)
Un beso muy grande y muchas gracias.
Alba, Víctor y Gael
Arancha Y Carmelo, cómo se prepararon...
11 de Agosto del 2015
Hace ya varios años, mucho antes de pensar siquiera en quedarme embarazada, vi un reportaje sobre violencia obstétrica y las consecuencias de los partos no respetados, tal y como viene sucediendo en España.
A partir del documental, fui más consciente de esta realidad que sufrimos las mujeres y decidí que, llegado el día, haría todo lo posible por informarme y prepararme lo mejor que pudiera para que el día de mi parto estuviese marcado únicamente por las emociones positivas, por la felicidad y por el amor de mi nueva familia.
Por ello, nada más conocer la feliz noticia de mi primer embarazo empecé a leer en diversas publicaciones y asociaciones… y una cosa y otra me llevaron a contactar con Amanda, cuyo blog ya me había cautivado hacía tiempo.
Cuando conocí su programa de matronatación y preparación al parto, me pareció de lo más completo y útil y estaba segura que respondería a todas esas preguntas que rondaban mi cabeza; que mitigaría todos esos miedos que atenazaban mi inexperiencia; que me dotaría de las opciones y de la información necesaria para poder decidir libremente y sentirme capaz y poderosa.
Y así ha sido. El curso me ha ayudado a no tener miedo, a comprender que las mujeres llevamos trayendo bebés al mundo desde tiempos inmemoriales y que puedo hacerlo sin sufrir, disfrutando, siendo consciente de la parte más emocional del parto y compartiéndola con mi pareja, el papá de mi hijo, cuya implicación durante el curso ha marcado un antes y un después en su visión sobre embarazo, parto y puerperio.
Ambas partes del curso, la teórica y la parte física en la piscina, se han complementado a la perfección.
La teórica para hablar francamente sobre todo lo que necesitábamos a la vez que Amanda, con su cercanía y profesionalidad, nos “formaba” en todos los aspectos relacionados con esta etapa tan bonita como es el embarazo y su punto culminante, el parto.
He de destacar que Amanda ha conseguido crear un ambiente realmente de confianza entre nosotras y hacer que las sesiones fuesen de lo más enriquecedoras.
¿Y qué mejor forma de terminar el día que con unos buenos ejercicios en la piscina? Accesibles a cualquier estado físico, enfocados a trabajar toda la parte implicada en el trabajo de parto, divertidos y estimulantes, los ejercicios del método que lleva a cabo no me han podido parecer más acertados y útiles, además de sentir que realmente me han beneficiado y me serán imprescindibles el día que dé a luz.
Y otro aspecto a destacar es la importancia de la relación que se establece con el resto de mujeres que asisten al curso, ya que te ayuda a sentirte más comprendida e identificada en esta etapa de nuestra vida en la que todo es nuevo y las dudas, miedos y angustias surgen por cualquier cosa.
Me gustaría aclarar también que yo me había informado y leído mucho sobre parto, embarazo …etc. y que, a pesar de todo, el curso y Amanda han cumplido con creces mis expectativas. ¡Lo repetiría sin duda!
Arancha
Laura quería dar a su segundo hijo un nacimiento diferente.
Septiembre del 2015
En mi segundo embarazo buscaba una preparación al parto distinta a la que había experimentado con el primero, donde acudí a "Educación pa/maternal" del mi centro de salud y complementé con clases de natación para embarazadas en un centro deportivo.
Y así es como encontré el curso de preparación al parto que ofrecía Amanda. ¡Es perfecto! Combinaba charla informativas con ejercicio físico específico para embarazadas en el agua, fue lo que pensé.
Y no me defraudó, consiguió alcanzar mis expectativas y las supero.
Amanda no nos ha ofrecido sólo charlas informativas sobre el embarazo, sino información basada en la evidencia científica, un feed-back de nuestros temores e inquietudes y si estaban fundamentados, nos ha dado las herramientas para poder tener en nuestra mano el parto que deseamos, poder aprender como sobrellevar mejor el dolor y que hacer para aliviarlo.
Las sesiones de piscina mejoró mi estado físico, mi bienestar y alivió pequeñas molestias del embarazo.
Hemos tenidos momentos muy emocionantes como cada video de partos que nos ha mostrado y la sesión de hipnoparto que nos dejo a todos con el corazón lleno de paz de cara al parto.
Y además supone un encuentro con otros futuros papas y mamás con los que compartir experiencias.
¡Totalmente recomendable!
Ya sólo queda que todas tengamos el parto que deseamos.
Laura quería dilatar en casa y me pidió acompañamiento.
Quería aguantar el máximo tiempo posible en casa y después acudir al hospital.
Deseaba un parto natural y cero intervenciones.
Bueno, pues resulta que Guille, su bebé no tenía los mismos planes...
Laura me llamó por contracciones, una hora más tarde estábamos en la bañera con olas realmente intensas y de repente se levantó diciéndo que tenía ganas de empujar... Ya no dio tiempo a ir al hospital...
Guille nació en el baño del dormitorio, su mamá sentada encima de su papá y yo sentada en el bidé... Un tetrix!!!
Fue un gordito de 4,5 kg que nació en dos empujones llenando de felicidad a sus papás y a su hermanita que se levantó a conocerle al rato.
Lástima que tuviéramos que acudir más tarde al hospital para extraer la placenta, en casa se negó a salir...
La vida de las comadronas independientes está llena de sorpresas... Y satisfacción
Una preparación al parto personalizada
15 de Mayo del 2015
Era nuestro primer embarazo y teníamos muchas dudas pero también había cosas que teníamos muy claras, queríamos hacer juntos la preparación al parto y esto era imposible en la seguridad social.
Así que empezamos a buscar una matrona que se ajustara a nuestro horario y a cómo queríamos hacer la preparación.
Enseguida encontramos a Amanda, hablamos por teléfono y le explique lo que nosotros queríamos.
Desde el principio me pareció que se ajustaba a lo qué buscábamos.
Ese fin de semana daba un taller titulado " Herramientas naturales para dar a luz", mi idea era no ponerme epidural así que me pareció muy interesante.
La charla nos encantò y confirmamos lo que ya pensábamos.
Por cuestión de horarios no pudimos ir a los grupos ya formados así que hicimos la preparación en casa, lo que hizo que todo fuera mucho más cercano.
Amanda transmite paz, tranquilidad, naturalidad y desde largo muchos conocimientos.
Durante el embarazo nos resolvió dudas que iban surgiendo respecto al estado de la niña que algunas veces los ginecólogos del hospital no nos resolvían o incluso nos generaban miedos.
En las clases aprendimos a enfrentarnos al momento del parto, sobre todo a saber lo que iba a pasar, la realidad sin tapujos.
Íbamos a dar a luz en el hospital pero queríamos las menos intervenciones posibles.
Amanda te explica los derechos que tienes y las decisiones que puedes tomar.
Queríamos tener una postura activa en el parto, pudiendo tomar decisiones y para eso hay que saber lo que puede pasar, Amanda nos enseñó como hacerlo.
Naia nació cumplida la semana 41 y en el hospital querían inducir el parto, gracias a Amanda supimos que podíamos esperar, si la niña estaba bien no había que ponerse nerviosos, ella decidiría cuando nacer y nosotros tendríamos que esperar, y fue la mejor decisión que pudimos tomar.
Cuando llegò el día del parto estábamos muy tranquilos, sentíamos curiosidad por como iba a ser, por como íbamos a comportarnos pero no miedo.
El parto es cosa de tres, Naia decidió cuando nacer, yo le ayudé a hacerlo y Quique me ayudó a mi.
Es muy importante estar en sintonía con la pareja y crear un vínculo entre los tres.
Queríamos estar el mayor tiempo posible en casa, pero en un momento nos entraron las dudas de si tendríamos que ir al hospital, llamamos a Amanda, nos explicó las cosas, siempre con tranquilidad y nosotros tomamos la decisión.
Sin duda toda la preparación que hicimos física y psicológica fue fundamental.
Han pasado 7 semanas desde que Naia nació, el recuerdo de ese momento, de esos días, es maravilloso, me emociono al recordarlo, espero que nunca se me olvide esta experiencia.
Desde luego el parto duele y duele mucho, por lo menos el mío, pero se puede trabajar con ese dolor y dejarse llevar.
MUCHAS GRACIAS AMANDA.
Amaia y Quique
Nuestra preparación al parto
30 de Junio del 2015
Al intentar ordenar mis ideas para escribir estas palabras, me encuentro con que las sensaciones que tengo al recordar el curso son de tranquilidad, alegría, comodidad, relajación, seguridad...
Me explico, escogí el curso frente a otros porque alguien cercano me lo recomendó y porque al pedir información me dio buenas sensaciones.
No venía nada informada, por lo que iba un poco a ciegas.
A toro pasado, veo que ha sido una de las mejores elecciones que he hecho nunca, desde el primer día, Amanda consigue que te sientas cómoda, en un ambiente abierto para preguntar todo lo que necesites, sin sentirte un poco idiota, en mi caso, por la falta de información.
A parte de los grandes conocimientos del proceso fisiológico, su cercanía, cariño, y la confianza que transmite han sido clave para el éxito del curso.
Me ha encantado el modo en que alguien tan profesional, con tantos conocimientos, responde a preguntas básicas de primerizas sin ese tono condescendiente con el que el personal médico acostumbra a usar con los pacientes.
El contenido del curso es extenso, pero en ningún momento se hace aburrido, con los vídeos y anécdotas, más bien todo lo contrario, es ameno y divertido.
Debo decir que hoy me siento poderosa, sé lo que quiero y me siento con los conocimientos necesarios para afrontar un hecho tan trascendental en mi vida como es un parto.
Valoro muchísimo también la implicación que consigue con las parejas, que muchas veces son tratadas como invitados de piedra.
En la parte teórica del proceso fisiológico del parto, existe una componente sentimental muy primaria, el tratamiento de esa parte, que sale sin querer al ver vídeos de partos, o en el hipnoparto, debo decir que ha sido excepcional.
Aún hoy al ponerme las famosas ondas alfa, recuerdo la voz en off de Amanda, dirigiendo el hipnoparto, borrando mis miedos de un plumazo y haciéndome que visualice lo positivo de estar embaraza, el mismo acto del parto y sobretodo, dando gracias por lo bueno que está por llegar y que está pasando hoy mismo y durante todos y cada uno de los días del embarazo.
En la parte práctica, los ejercicios han sido realmente efectivos, los ejercicios en la piscina han sido divertidos y han hecho su trabajo con el suelo pélvico, a parte de hacer que me sienta más ágil y que duerma fenomenal.
Para terminar decir, que lo echo de menos, que me hubiera gustado que durara más, y que durante este mes, por primera vez en siete años he sido capaz de desconectar de mis preocupaciones, todo gracias a una grandísima profesional. Amanda.
Gracias por todo ello.
Un beso gordo. Mj.
Mi segundo parto, Tobías nació en casa.
10 de Enero del 2015
El jueves a las 10 de la noche las contracciones comenzaron. Muy suaves al principio, iban y venían desordenadas e impredecibles. Mi marido y yo nos pusimos un poco nerviosos pero sin la certeza de que fuera a ser la de verdad o una falsa alarma.
A las cuatro de la mañana desperté con una ya bastante fuerte. Probé a volver a dormir pero imposible, las contracciones eran irregulares pero fuertecillas ya. A las ocho de la mañana expulsaba el tapón mucoso, la cosa era en serio, ya estaba empezando!!
Hablé con Sonia y Amanda y quedamos en que iría informándolas de cómo evolucionaba, de la frecuencia y la intensidad de las contracciones.
Pasé la mañana tranquila, pendiente de mi cuerpo que aún iba despacito dilatando, y mientras jugando con mi "pequeño mayor" como dice él de 3 años. Recuerdo que nos echamos la siesta juntos antes de que naciera el bebé y aprovechamos todo el rato que pudimos.
A las siete las contracciones ya eran cada quince minutos, avisé a Amanda para que vinieran, tenían que llegar desde Madrid e iban a tardar un buen rato aún.
Mi hermana estaba conmigo, papá y el pequeñito habían salido a dar un paseo para dejarme un ratito de tranquilidad. Poco a poco las contracciones venían cada vez más seguidas. Yo paseaba por el pasillo a oscuras y me movía como me pedía el cuerpo, eran dolorosas pero respirando se llevaban bien.
A las 9 llegaron Sonia, Amanda y Marta. Para ese momento la casa se había convertido en un lío de gente: mis padres, mi hermana, mi marido y mi hijo mayor incluidos. Aunque éramos mucho yo me encontraba muy arropada, con una sensación de normalidad que me tranquilizaba mucho.
Las matronas decidieron tras comprobar que todo estaba bien, dejarnos un ratito hasta que la cosa fuera avanzando. Mientras intenté sin éxito acostar a Ángel consciente de que sería la última vez que lo hacía yo en un tiempo y sabiendo que a él le tranquilizaba dormirse con "su tetita" porque aún sigue mamando.
Ese último rato fue muy complicado: el pequeñito no se dormía, a mi cada vez me dolía más y estar tumbada y en silencio no ayudaba para nada! Tuve que parar y salir de la habitación y acercarme a que me miraran Sonia y Amanda. Los latidos del bebé estaban bien pero parecía que aún quedaba.
-Tengo ganas de empujar- les dije
-Qué raro, parece que aún tiene la cabecita más arriba, vamos a comprobar cómo vas- me dijo Amanda.
Con mucho cuidado terminó de hacer el tacto y dijo
-Estás completa! Empuja cuando quieras!
Qué alivio!!! Sonia me propuso entonces llenar la bañera para soportar mejor el dolor y me encantó la idea. No dio tiempo a que estuviera ni a la mitad pero me metí y me fui echando agua caliente mientras comenzaba a empujar de rodillas. A mi lado estaban mi hermana, que no se separó de mi ni un momento, mi marido, y Sonia, Amanda y Marta comprobando que todo fuera bien.
El aro de fuego era insoportable, recuerdo gritar y dudar de si iba a poder hacerlo en el último minuto, pero toqué la cabecita ya coronada y me impresioné tanto que en unos empujones más salió la cabeza y el cuerpo de Tobías.
Sonia me ayudó a recogerlo y me lo puse sobre el pecho. Era increíble y era tan bonito!
Me ayudaron a salir de la bañera y al llegar a la habitación la placenta salió sin ningún esfuerzo.
Nos metimos en la cama piel con piel y al poquito trajeron a mi hijo mayor a conocer a su hermanito.
Con ésta experiencia le he perdido miedo al parto. En mi anterior parto en el hospital salí traumatizada: una episiotomía tremenda, kristeller, mil problemas asociados y mucha ansiedad. Éste parto ha sido maravilloso: me he sentido respetada y cuidada, he sentido que era yo la que paría, que era capaz, y que estaba preparada para ello.
Sólo quiero agradecerles a Amanda, Sonia y también a Marta todo lo que hicieron y están haciendo por mí, ha cambiado mi manera de ver el parto totalmente, mil gracias por su profesionalidad, su cariño y su manera de hacer las cosas.
Acompañando el embarazo de Marta
26 de Enero del 2015
Desde mi punto de vista, tener un parto respetado hoy en día no es algo que se pueda dejar a la suerte. Hay demasiado en juego.
Tras una mala experiencia, y al volver a quedarme embarazada, tenía claro que todo iba a ser diferente.
Las clases de preparación al parto convencionales no me aportaban lo que yo necesitaba. Quería otro enfoque, el del parto fisiológico, de mínima intervención y las herramientas para poder conseguirlo.
Fue así como encontré a Amanda. Ella vino a casa y nos acompañó durante el embarazo. Nos informó, nos apoyó, nos empoderó y respetó nuestras decisiones. La experiencia de ese acompañamiento no pudo ser más satisfactoria.
Conseguimos que el embarazo fuera nuestro y una maravillosa experiencia de parto. Un parto respetado que todas las mujeres nos merecemos.
Y nació Adriana
En un parto respetado en el hospital de T. Llegué a las 6 de la tarde con 12 horas de bolsa rota y estreptococo positivo. Nos explicaron que el protocolo indicaba inducción y nos describieron todas las horribles cosas que le podrían pasar al bebé si no. Nos negamos y decidimos esperar 12 horas más a que se desencadenara el parto de manera natural y empezar con el antibiótico (dichoso antibiótico y dichoso estreptococo que nos trajo semanas de cabeza). Nos pasaron a planta. Nadie daba un duro por nosotros. En mi menú de cena ponía: inducción de parto.
Bajamos la luz, pusimos la música que teníamos preparada empecé a caminar y respirar y canturrear... En seguida volvieron las contracciones. Suaves, frecuentes... Me mecía en ellas. Cada vez eran más intensas. Jorge las iba apuntando en aquella aplicación del móvil. Vocalizamos cada una de ellas los dos juntos, apoyados, meciéndonos. Pensé que tenían que doler mucho más. Llegó la segunda dosis de antibiótico. Me salí del planeta parto. Empecé a sentir mucho dolor, mucho descontrol. Sudor frío, dolor de espalda, ganas de ir al baño.. Ganas de empujar! Desde la puerta Jorge pidió ir a dilatación. Yo desencajada me puse a gritar en la puerta de la habitación. "Tiene ganas de empujar!!" de repente vino mucha gente, todos corriendo. Me dijeron que a la cama y yo dije que "NOOOO!" A la silla de ruedas, tampoco quería, pero me subí como pude. Corriendo como locos, corriendo de verdad, el aire me daba en la cara, casi me estampan contra una puerta (a punto!) llegué a la dilatación y me dijeron que a la cama y otra vez me negué. No me quería mover de la silla, hasta q vi la silla de partos al otro lado y me pareció que ese era el sitio. Me senté, miré a los ojos de la matrona y le pregunté "qué hago? Empujo?" "Lo que quieras", dijo. Empujé y salió la cabeza. Otra vez le pregunté "Empujo otra vez?“ "Lo que quieras" y salió el cuerpo. Y así nació Adriana, a las 22.04, en un precioso parto, emocionando a sus padres. Totalmente enamorados de ella y del momento tan especial que pudimos vivir. El parto fue nuestro.
Muchas gracias porque sin tí no hubiera sido posible!
Relato de un papá, nacimiento de Pablo
5 de Noviembre del 2014
Miguel es padre de dos hijos y quiere compartir con nosotras el nacimiento tan diferente que han tenido sus dos niños; el primero en un Hospital privado de Valladolid, el segundo en casa.
Según él dice, "Dos experiencias bien distintas.
La primera un cúmulo de malas prácticas disfrazado de profesionalidad.
La segunda un trato profesional, pero también cálido y cercano, como requiere precisamente un acontecimiento como el nacimiento de un bebé".
Para nosotras ha sido un verdadero placer acompañaros en tan importante momento.
Resulta que a primeros de noviembre nacía mi segundo hijo. Y lo hacía en circunstancias especiales, pues el verbo nacer podía en esta ocasión conjugarse con un sujeto que de alguna manera había decidido aparecer en medio de la vida.
Condiciones bien distintas a las del primero, al que nacieron hace algo más de dos años y medio.
Dos niños, dos formas distintas de nacer, que bien pueden servirnos para cuestionar algunas de las ideas preconcebidas alrededor del nacimiento y la asistencia médica.
Pongámonos en circunstancias y sin entrar en muchos detalles.
Primavera de 2012: consulta ginecológica con un embarazo a término de cuarenta semana y dos días.
Sin síntoma alguno de que el parto esté próximo a desencadenarse, hasta el punto de que el día antes de la consulta, los monitores que miden las contracciones han descartado cualquier movimiento.
Por arte de magia, en la consulta el ginecólogo descubre que se ha iniciado la dilatación.
Ordena ingreso hospitalario, pero por la ausencia de contracciones es preciso administrar oxitocina hasta provocar el parto.
Ya en el paritorio, como el bebé no terminaba de asomar, el propio médico solicita la ayuda del anestesista que se tumba literalmente sobre la barriga para “ayudar” a la salida del niño.
Tras tantos “esfuerzos” se logra el “final feliz”: niño sano y salvo, y la madre con una episiotomía de cuya longitud nunca fue informada, y cuya curación no fue revisada, ni por el ginecólogo, ni por la matrona. No hacía falta, claro: los puntos se curan por sí mismos.
Sólo meses después, investigando por ahí, pones nombre a todo lo sucedido: maniobra de Hamilton de inducción artificial al parto (desaconsejada por la OMS antes de la semana 42), oxitocina para provocar un parto que no discurría por los cauces naturales y maniobra de Kristeller (el “tumbado” del anestesista) en el paritorio (igualmente desaconsejada por la OMS). Riesgos que van de la mano de una imprudencia imperdonable: salir de cuentas en semana santa. Ya se sabe que las vacaciones son mala época para venir a este mundo, así que si no estás de llegar antes, ya se encargarán de traerte.
Dos años y medio después, nos ha tocado volver a vivir la experiencia del nacimiento. Sabiendo ya lo que había ocurrido con el primero, no era tontería buscar un hospital de Castilla y León en el que se pusiera en práctica el parto respetado.
No se tarda mucho en hacer esta tarea: si nos fiamos de Internet la respuesta es cero, aunque parece ser que en el hospital del Bierzo se están dando pasos en el buen camino.
En el resto de hospitales, sean públicos o privados, la mujer no puede decidir cómo quiere dar a luz, qué protocolos se han de aplicar.
El motivo es sencillo: en pleno siglo XXI el protagonismo del parto en la mayoría de hospitales cae del lado de la matrona o del ginecólogo.
En otras palabras: el parto es un acto médico, dirigido por especialistas, en el que la mujer poco o nada tiene que decidir.
Si alguien se anima a llevar a su ingreso un plan de parto (aunque está colgado en la web del ministerio) será recibido con todas las reticencias habidas y por haber.
Por suerte, meses antes del parto conocimos Maternal Valladolid, una iniciativa totalmente particular de un grupo de matronas que tienen una idea diferente del parto.
Tras las charlas de preparación, nos decidimos a dar a luz en casa.
Algo que buena parte de la sociedad todavía no entiende: dar a luz en casa, se escucha, es volver a hace 50 años.
Hay que estar loco o ser muy valiente, porque es mucho más peligroso.
Se deja de lado que las matronas que asisten el parto en casa son el personal especializado y cualificado para esa tarea, y que sólo admiten partos de bajo riesgo.
Ellas son las primeras en derivar al hospital todos los embarazos que, por uno u otro motivo, requieren atención médica.
En nuestro caso hubo suerte: tras revisar todas las analíticas se daban las condiciones adecuadas.
Y allá por la semana 39, poco después de cenar se produjo la rotura de la bolsa.
Algo que en el parto anterior, como no podía ser de otra manera, hubo de forzarse artificialmente con el consabido ganchito que tan hábilmente utilizan los “aceleradores de nacimiento”.
Tras la rotura comenzaron las contracciones y se desató naturalmente un proceso que se viene repitiendo desde hace cuarenta mil años, y que sin embargo nuestra civilización se ha empeñado en monitorizar, provocar, controlar.
A las contracciones le siguieron los pujos, y el bebé asomaba la cabeza, giraba los hombros, y con el sano llanto del nacimiento estaba ya colocado sobre el pecho de su madre.
Nadie puede decir que sea indoloro, pero sí que en ocasiones el exceso de intervencionismo puede ser contraproducente.
Incluso la afamada epidural, que impide a la mujer controlar sus músculos durante el parto y puede incluso ser contraproducente.
Una cultura como la nuestra, en la que todo dolor es concebido de una forma negativa no sopesa quizás todos los riesgos de los remedios al mismo.
Dos niños que llegan a la vida, y en circunstancias bien distintas. No sólo por la diferencia entre nacer y que te nazcan: hay a mayores otra diferencia importante en la alimentación. Las primeras noches de hospital el propio personal sanitario calmaba el llanto del niño con un biberón.
Y en su visita posterior al parto, el ginecólogo aseguró que se daban todas las condiciones para la lactancia, pues una gota de leche asomó después de una intensa presión de su mano.
El que nació en casa contó con la ayuda de las dos matronas para iniciarse en la lactancia.
En la primera noche no lograba agarrarse al pecho, al que se quedó pegado permanentemente.
A la mañana siguiente, empezó a succionar, y desde entonces se ha alimentado con leche materna.
Algo que en el hospital no se apoyó suficientemente, pues apagar el llanto del niño era más importante que fomentar la lactancia materna.
Dos experiencias bien distintas. La primera: un cúmulo de malas prácticas disfrazado de profesionalidad. La segunda: un trato profesional, pero también cálido y cercano, como requiere precisamente un acontecimiento como el nacimiento de un bebé. No sería mala cosa pararse a pensar un rato para preguntarnos algunas cosas al respecto.
Cuestionar cómo es posible que el avance de la técnica y de los conocimientos científicos tengan en ocasiones como consecuencia un trato menos humano, en el que el paciente es instrumentalizado.
Cuestionar por qué los grandes medios de comunicación no prestan atención a este asunto, y cuando hablan de los derechos de la mujer parecen ligarlos a las oportunidades laborales o la interrupción del embarazo.
Dejando de lado que la maternidad es una opción elegida por una cantidad abrumadoramente mayoritaria de mujeres, y que se está produciendo en unas condiciones impropias de un país avanzado.
En un país avanzado los intereses del médico o del hospital no están por encima de los de la mujer.
En un país avanzado los índices de cesáreas y epsiotomías no son tan escandalosamente elevados.
En un país avanzado una mujer no acude a dar a luz como quien juega a la lotería, esperando que quien le vaya a tocar en el turno respete su voluntad.
A lo mejor el análisis adecuado es justamente el contrario: somos cosas y nos tratan como cosas desde el momento mismo del nacimiento.
Puede que la cultura, la ciencia y la economía no den para más: las mujeres mediáticas paren a gusto del sistema, con cesáreas programadas y listas para reincorporarse a sus puestos, mientras que las mujeres anónimas son eso: anónimas.
Y el no tener nombre lleva consigo una determinada forma de venir a este mundo.
Mi soñado parto en casa, así nació Noa
2 de Febrero del 2015
No sé muy bien cómo empezar...quizás debería remontarme a mi niñez.
Cuando era pequeña, siempre me llamaron la atención las tripas de las embarazadas.
Cada vez que veía una, no podía evitar acercarme a ver si podía tocarla, para sentir al bebé que estaba dentro.
Mi sueño siempre había sido tener la maravillosa oportunidad de tener mi propio bebé dentro de mí.
Durante muchos años, intenté buscar a esa persona especial con la que poder cumplir mi sueño de ser mamá, pero no aparecía y cuando ya había perdido toda esperanza, se me pasó por la cabeza la alocada idea de ser madre soltera.
No había nada que más me apeteciese en el mundo que ser mamá y veía que se me iba a pasar el arroz.
Justo en ese momento, apareció Rubén, el que hoy es el padre de mi niña, y empezamos a salir.
Unos años después decidimos que queríamos ser papis.
Estuvimos intentándolo varios meses, pero no había manera...yo ya estaba perdiendo las esperanzas y no me podía creer que no fuera a ser posible cumplir mi sueño.
Cuando ya casi me había rendido, y después de miles de test de embarazo negativos, por fin conseguí quedarme.
Los dos estábamos como locos de contentos. Lamentablemente, ese embarazo no duró mucho y nuestro pequeño bebé se fue antes de que pudiéramos llegar a conocerlo.
Fue un palo muy duro y lo pasamos bastante mal.
Pero unas semanas después,....SI!!! UNAS SEMANAS DESPUÉS, me volví a quedar embarazada!!!
No nos podíamos creer que hubiese sido tan seguido, ya que nos habían dicho que tendríamos que esperar un par de meses.
Las primeras semanas se hicieron un poco largas y pasé un poco de miedo de volver a perder a mi bebé, pero fueron pasando y sin darme cuenta estábamos haciéndonos la ecografía de las 22, semanas donde nos confirmaron que era una niña!!!
Los dos estábamos entusiasmados y felices!!!!
Y ya habíamos decidido que se iba a llamar Noa.
Tengo que decir que vivimos todo el embarazo con mucha ilusión y alegría y que no parábamos de hablar con nuestra niñita y de decirle que teníamos muchas ganas de conocerla.
La verdad que desde el principio yo tenía muy claro que quería que fuese un parto en casa.
Llevaba varios años documentándome y había visto tantos partos de otras mujeres en sus casas, que yo también quería ser una de ellas.
Al principio a mi chico no le hacía mucha gracia la idea y le daba bastante miedo, pero cuando empezamos a recibir las visitas de Amanda, la matrona que nos atendería el día del parto, y con todas las clases de preparación que ella nos dio, poco a poco se fue convenciendo.
Cuando llegó el mes de enero, estábamos súper nerviosos.
Ya empezaba la cuenta atrás y se nos hizo casi más largo ese mes, que el resto del embarazo.
Veíamos que salía de cuentas y Noa seguía sin dar señales de querer salir. Ella estaba muy a gustito dentro de su mami y no tenía ninguna prisa.
Por fin llegó el tan esperado día. Semana 41, sábado 31 de enero de 2015 sobre las 11.30, estoy en el sofá y me levantó porque noto algo y de repente veo que he roto aguas! Se lo digo a Rubén y decidimos avisar a las matronas.
Al cabo de unas horas viene Sonia, la otra matrona que nos atendería en el parto y escuchamos el corazón de Noa, que parecía que iba perfecto!
Como todo estaba bien, Sonia se marchó y nos dijo que nos relajásemos y no pensáramos en ello, que estuviésemos ocupados, que fuéramos a caminar para ir ayudando a que se desencadenase el parto y así lo hicimos.
También avisé a mi madre y vino a ponerme varias agujas de acupuntura para que empezase con las contracciones.
Esa misma noche ya empecé a tener contracciones sobre las 5 de la mañana y ya sabía que la cosa estaba siguiendo su curso.
Al día siguiente, 1 de febrero de 2015, seguía teniendo contracciones y poco a poco iban siendo cada vez más seguidas y duraderas.
Por la tarde mi madre volvió a venir y me puso de nuevo las agujas.
A eso de las 22.15 de la noche, nos pusimos a cenar y ya tenía contracciones cada 3-5 minutos y bastante largas y dolorosas, por lo que no pude disfrutar mucho de mi cena. Como veíamos que la cosa avanzaba deprisa, decidimos llamar a Amanda y la dije que quería que vinieran ya, porque sabía que tardarían un buen rato en llegar y yo ya necesitaba que ellas estuvieran allí.
Después avisé a mi madre porque sabía que ella quería estar en mi parto, pero lamentablemente no pudo venir porque no se encontraba bien.
Hasta que las matronas llegaron, mi chico se ocupó de poner un ambiente cálido y acogedor para recibir a nuestra pequeña Noa como lo merecía.
Puso luz tenúe en el salón y música relajante con sonidos del agua. Luego me trajo una colchoneta y la pelota de pilates y me arrodillé apoyando mis brazos y mi cabeza sobre la pelota.
Así me iba moviendo de un lado a otro y llevaba las contracciones lo mejor que podía.
Rubén en todo momento estaba conmigo y de vez en cuando me acariciaba la cabeza o me abrazaba y me besaba.
Cuando me cansaba de estar así, me sentaba en la pelota y me movía de un lado a otro o me ponía de pie y me abrazaba a Rubén que sólo estaba todo el rato pendiente de mí, diciéndome cosas bonitas y dándome todo su amor. Creo que gracias a eso, logré llevar las contracciones mucho mejor.
También se ocupó de preparar la cámara de vídeo porque yo quería que grabase mi parto para luego poderlo ver y recordar ese maravilloso momento de mi vida.
A la 1.15 llegaron Amanda, Sonia y Marta (la otra matrona de prácticas que venía a ver el parto y ayudar en lo que pudiera).
Lo primero que hicieron fue escuchar el corazoncito de Noa y como estaba perfecto, me preguntaron si me apetecía que preparasen la piscina de partos y les dije que si.
Como les iba a llevar un rato, me dijeron que si quería meterme en la bañera con agua calentita, así que a eso de las 2.15 fuimos al baño, me senté en el w.c. y como sentía mucha presión con las contracciones, aunque no lo tenía muy claro, al final me metí en la bañeray el agua caliente me vino muy bien para relajarme.
A las 3.00, Amanda me preguntó si podía hacerme un tacto y después de hacerlo me dijo que ya estaba con unos 8 cm de dilatación y con la cabecita de Noa en un primer plano. Así que decidimos que ya era el momento de ir a la piscina de partos. Tengo que decir que se mi hizo interminable la espera hasta que terminaron de hinchar y llenar la piscina de agua pero cuando por fin estuvo lista, me levanté como pude y me fui directa a meterme dentro. Tenía muy claro que Noa nacería allí.
Una vez dentro de la piscina empezó lo más difícil, largo y doloroso del parto para mí.
Estaba súper a gustito en el agua calentita y escuchando una música espiritual para el alma que mi madre me había grabado para el gran día.
Esa melodía con el sonido del agua y el piano, más la luz tenue que habíamos puesto en el salón me daban mucha paz y tranquilidad.
Cada vez que me venía una contracción empujaba con todas mis fuerzas gritando como si se me fuera la vida en ello.
Hacía tanta fuerza que no podía controlar mis esfínteres e incluso me venían hasta ganas de vomitar,....para mi eso fue un poco embarazoso, valga la redundancia, pero aún así lo sobrellevé lo mejor que pude.
En cuanto la contracción se pasaba, recuerdo que para mí era un alivio poder descansar un ratito para tomar fuerzas para la siguiente.
Rubén estaba en todo momento cogiéndome las manos, acariciándome, besándome y diciéndome que respirase despacito, que cogiese aire por la nariz y lo soltase por la boca. Gracias a él, todo se me hacía mucho más fácil y llevadero.
Después de un ratito volvía a venir otra contracción y vuelta a empujar con todas mis fuerzas. Se me hacía muy difícil, porque mi sensación era que por más que yo empujaba,
Noa no salía, pero a la vez, eso era lo que me daba fuerzas para seguir, el saber que cuánto más fuerza hiciese, más pronto podría ver a mi pequeña princesita.
De vez en cuando Amanda me decía que si podía escuchar los latidos de Noa y así lo hacíamos en cuanto que acababa una contracción. Me daba mucha alegría escuchar su pequeño corazoncito latir con esa fuerza, porque eso me decía que todo iba bien. Aunque he de decir que en ningún momento tuve miedo, sabía que estaba haciendo lo correcto y lo mejor para mi niña. Cuando ya iba quedando menos yo le preguntaba a Amanda si ya se veía la cabecita y me decía que sí, pero lo que yo notaba era que al empujar, su cabecita asomaba, pero en cuanto que la contracción paraba, su cabecita se volvía a subir para arriba.
Eso quizás era lo que peor llevaba,...no veía avanzar la cosa y no podía parar de decir que yo ya no podía más, pero las matronas y Rubén siempre me contestaban que claro que podía.
Llegó un momento en el que estaba bastante agotada y aún así tengo un recuerdo muy especial, Amanda me dijo que ya estaba la cabecita casi fuera y que si la quería tocar, entonces metí un dedo y cuando toqué su cabecita, me cambió la cara, se me dibujó una sonrisa y eso me dio aún más fuerzas para continuar. Sabía que ya me quedaba muy poquito para tener a mi niñita en brazos. A pesar de estar inmersa en el parto, yo me enteraba perfectamente de todo lo que pasaba a mi alrededor, y de vez en cuando oía a las matronas hablar entre ellas en bajito, algo me decía que no todo iba bien, pero tampoco me preocupaba demasiado porque si no me decían nada, sería que no era muy grave.
Después de 3 largas horas de expulsivo, y como las matronas veían que Noa no salía, me puse a cuatro patas y de espaldas a ellas y en la siguiente contracción que tuve, empujé con todas mis fuerzas y,... ¡Amanda ayudó a Noa a salir! Eran las 7.30 y según salió mi princesita, lo primero que dije fue. ¡No veo! ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo me pongo?,... como yo estaba de espaldas a ella, no podía verla y lo estaba deseando con todas mis fuerzas, así que entre Amanda y Sonia, pasaron a Noa por entre mis piernas, desengancharon el cordón y ¡por fin me la dieron en brazos! Cuando la vi, me cambió la cara y lo primero que dije fue: ¡qué bonita es!
Y Sonia nos dio la enhorabuena y Amanda me dijo: ¡¡¡Qué jabata!!! Rubén y yo no podíamos parar de mirar a nuestra pequeñita y de decir lo bonita que era. Una vez la tenía conmigo en brazos, incluso pudimos tocar el cordón umbilical y sentimos como aún seguía latiendo.
Fue increíble y no podía decir otra cosa que lo feliz que estaba de tener por fin a mi niñita conmigo. Al cabo de un ratito, me prepararon la cama y me ayudaron a echarme allí con Noa porque el agua de la piscina ya estaba demasiado fría. Y justo allí, después de un rato salió la placenta y ya aprovecharon para cortar el cordón cuando dejó de latir. Algo que recuerdo y me hace gracia, es que una vez terminó todo el parto, todos se pusieron a traerme cosas dulces para comer: chocolate, plátano con miel, tostadas con miel y sobre todo Rubén estuvo cuidándome en todo momento y se portó como el mejor padre que cualquier niña desearía tener.
Dar a luz en casa ha sido una experiencia maravillosa que no cambiaría por nada del mundo y que repetiría una y mil veces.
Para mi fue un regalo tener a mi niñita en mi propia casa y hacer piel con piel con ella durante horas las dos echaditas en la cama y con su papi cuidándonos tan bien como lo hizo.
Y no se me olvida decir que una de las cosas que también valoramos un montón es el hecho de que Amanda y Sonia vinieran a visitarnos durante el primer mes de Noa (y los miles de mensajes de whatsapp que les mandaba a todas horas) para ayudarnos con nuestra experiencia de ser papis por primera vez.
Por supuesto decir que gracias a Amanda, Sonia y Marta mi sueño de parir en casa se hizo realidad y es algo por lo que las estaré eternamente agradecida.
Nuestra matrona...
Mayo del 2014
Valle y Javi esperan mellizos
Agosto del 2015
Cuando mi pareja y yo nos decidimos a participar en el curso de preparto de Ilitia lo hicimos, sobre todo, porque estaba muy torpe y me constaba muchísimo realizar ejercicios de preparación.
Pensamos que en el agua todo sería más fácil.
Pero, como todo en la vida, este curso nos ha deparado sorpresas inesperadas.
La preparación al parto en el agua me ha devuelto capacidad de movimiento y fortaleza, y ahora me siento con fuerza y capacidad para vivir un parto en el que poder ayudar a mis bebes a salir.
Este curso nos ha permitido el acceso de primera mano a la información más actualizada, basada en evidencia científica, de forma clara y abierta.
Conocer qué es lo mejor desde el punto de vista científico nos ha dado seguridad.
El hipnoparto, junto con la forma de abordar las clases teóricas nos ha permitido realizar un camino de re-encuentro con nuestras emociones y sentimientos en relación a la concepción de nuestros hijos.
Encontrar la felicidad en la vivencia del parto como un momento que merece la pena experimentar a través de la alegría ha sido muy especial para nosotros.
Las personas con las que hemos compartido este curso y, por supuesto, nuestra matrona, Amanda, han sido unos acompañantes excepcionales.
Gracias a todas por generar ese clima tan acogedor y abierto.
Un abrazo a todas y todos.
Valle y Javi
Dario ya ha nacido ¿y ahora qué?
15 de Abril del 2015
Conocimos a Amanda en un taller de primeros auxilios al que acudimos durante el embarazo,nos encantó,nos pareció cercana,natural y práctica y nos ayudó mucho todo lo aprendido.
Tras el parto y al llegar a casa,da igual todo lo que te hayas preparado,las dudas,los miedos y las inseguridades te desbordan.
Entonces decidimos concertar una consulta postparto,fue genial poder compartir todas estás dudas con ella,la tranquilidad y naturalidad con que las afronta...
Volveremos sin duda a contar con ella.
Lorena
Una manera diferente de prepararnos para en gran día
1 de Julio del 2015
Conocí a Amanda en una de las charlas que imparte en las tiendas Toys R´Us lo cual fue una gran suerte, y digo suerte porque a raíz de este encuentro me suscribí a su blog gracias al cual he tenido conocimiento de un cursillo intensivo preparto que ha organizado en el Colegio Villalkor y al que he tenido la gran fortuna de asistir.
Han sido 6 sesiones (en realidad fueron 8 pero yo me enganché al cursillo algo tarde) en las cuales he aprendido muchísimas cosas sobre el embarazo, el parto e incluso sobre los cuidados de mi futura nena; también he podido resolver muchas dudas que en mi caso al menos y como buena primeriza, me surgen en el día a día; además, desde mi punto de vista, Amanda transmite sus conocimientos de una forma clara y sencilla, sin tapujos ni rodeos y también "echa por tierra" muchos falsos mitos existentes sobre el embarazo.
En dicho cursillo, entre otras muchas cosas, hemos practicado una sesión de hipnoparto: yo no soy muy de esas técnicas, me suele costar concentrarme y liberar la mente, pero reconozco que ese día Amanda consiguió que visualizara lo que intentaba transmitirnos y fue bastante emotivo, basta decir que creo que casi todas si no todas las "gorditas" que estabámos realizando la sesión acabamos "emocionadas" o lo que es lo mismo, llorando como magdalenas.
El cursillo también incluía una sesión diaria en el agua: para mí uno de los mejores momentos, lo he pasado genial haciendo ejercicios los cuales además me han ayudado mucho a ganar agilidad y reducir algunas molestias en la zona pélvica que venía arrastrando casi desde el segundo trimestre del embarazo; en mi caso la nena viene de nalgas y entre mis ejercicios se incluía unas cuantas sesiones de "pino" a fin de intentar que la peque se gire por sí sola; a veces eran "durillos" jejeje, nos costaba un poquito pero siempre con un trasfondo de diversión y sobre todo de buen rollo.
Finalmente, agradecer a Amanda esta iniciativa puesto que me ha permitido, además de todo lo mencionado anteriormente, conocer a unas bellisimas personas y por supuesto, a la propia Amanda con la cual me he sentido en todo momento muy a gusto para poder transmitirla cualquier duda o consulta y con la que espero realizar en un futuro alguna otra de las múltiples e interesantes actividades que organiza.
Muchas gracias por todo .
Aida
No me imaginaba una matrona así...
20 de Mayo del 2015
Somos Ruth y Alberto.
Ayer tuvimos clase de preparación al parto contigo por primera vez.
Nos apetecía mucho escribirte porque sinceramente nos encantó la clase. Personalmente (Ruth) me llevé una grata sorpresa al ver que la primera matrona que conozco en mi vida es la antítesis de lo que me imaginaba/me habían contado. Qué buena energía se respiraba en la clase y qué agradable nos pareció. Es maravilloso que esta figura tan importante, la de la matrona, esté cambiando y mejorando tanto. Nuestra más sincera enhorabuena por tu trabajo, empatía y cariño.
También gracias a la clase, y te confirmo que no fuimos la única pareja, nos hemos dado cuenta de que habíamos elegido mal el centro donde dar a luz. En nuestro caso aprendimos mucho y despejamos bastantes incógnitas. Ahora estamos mucho menos perdidos y tenemos claro que vamos a cambiar de centro.
Nos hemos dado cuenta de lo importante que es, por ejemplo, algo como el plan de parto! Es muy importante para nosotros que el centro donde voy a dar a luz tenga en cuenta nuestras preferencias, entre otras cosas. Quizá nos animemos con el parto en casa para el siguiente bebé, con más tiempo para planificarlo y organizarnos.
Hemos estado viendo y leyendo tu blog y tu web, (también me he aventurado a añadirte a mi facebook) y nos han encantado. De hecho, esperamos poder apuntarnos a alguno de los cursos que publicas y que nos parecen muy interesantes.
Nuestra más sincera y cariñosa enhorabuena por tu labor, te mandamos un abrazo.
Uma quiso nacer en casa
17 de Noviembre del 2014
"Hola monicaco" dijo Zoe acariciándome la tripa, "mi vida, mamá no esta embarazada"... a la semana un segundo test nos saco de dudas, raya tenue es raya, embarazada! No me lo podía creer, otra vez embarazada, otro bebé, me llené de ilusión y de dudas. Este embarazo quería disfrutarlo mas, sin los miedos e inseguridades de la primera vez.
Cambié de ginecólogo, pues el que me atendió en el parto de Zoe hace 4 años, me hizo llorar muchas veces, "si coges mucho peso, tendrás un bebe enorme y cesárea", " come esto", "haz lo otro".
Me deje envolver anulando mis instintos, en la ignorancia, dejándome llevar por esa falsa seguridad que me daba el hospital…
Mi nuevo ginecólogo, Aitor Cristobal, me hizo sentir mucho más libre, sin ahogarme en pruebas ni comentarios gratuitos.
Me asustaba el día del parto, ¿y si no atendía él mi parto? ¿Qué matrona me tocaría? no quería otra episiotomía kilométrica, ni un postparto insufrible, no quería tener mil preguntas sin resolver...
Se me encendió una luz! Una matrona! Una mujer que me entendiera desde lo profesional hasta lo personal. Yo quería parir de pie!
Empecé a buscar en internet, cada día averiguaba algo nuevo sobre el parto, los pródromos, los partos en casa, orgásmicos, en piscinas, las cesáreas, epidurales...
En el parto de Zoe llegamos a la semana 42 con tan solo pródromos, el 7 de julio finalmente me dieron un enema y me enchufaron una vía con oxitocina. A las dos horas no me podía mover del dolor y en cuanto me ofrecieron la epidural llore de alegría pensando en el alivio...
El resultado fue un expulsivo muy doloroso con una pierna dormida y la otra no y 17 puntos en mi periné.
Esta vez quería hacerlo mejor, quería aprender para tener un parto menos doloroso sin epidural.
En el embarazo de Zoe hice un master en lactancia y bebés, devorando los libros de Carlos González, en este embarazo hacía un master en partos naturales, devorando a Consuelo Ruiz y Michel Odent, porqué no lo hice antes? Ahora no tenía tiempo!
Leyendo leyendo llegué al blog de Amanda. Me cautivó su frescura, su optimismo y su manera de disfrutar de la profesión. Me armé de valor para escribirle, estaba embarazadísima!
Nos apuntamos a una clase de parto sin dolor, ya estaba de 36 semanas y el tiempo, con el trabajo y mi hija mayor, volaba...
Amanda nos dio la clase particular, yo quería saber como aliviar los dolores, quería saber como se hace la dilatación en casa, soñaba con un parto de película como esos que cuelgan en youtube.
Según pasaban los días, menos ganas tenía de tener a Uma en un hospital...
Salimos de la clase sin saber si mi parto sería doloroso pero sabiendo que queríamos parir en casa. Por mi, por él, y por nuestras hijas.
Aitor nos animó, los beneficios de tener a Uma en casa superaban con creces los riesgos. Conocimos a Sonia y nos lleno de seguridad y alegría, siempre con una sonrisa y una carcajada fortalecedora. Y nos dijeron que sí!. Qué alivio sentí! Iba a parir en casa! Algo dentro de mí bullía y solo yo podía verlo.
Mi única preocupación paso a ser acabar en el hospital, porque llegáramos a la semana 42, porque algo no fuera bien, porque el parto se estancase…
No se lo dijimos a casi nadie, sobre todo disimulamos con las abuelas, no queríamos preocuparlas, ni que nos intentaran disuadir.
Tenía contracciones todos los días, suaves y más fuertes pero nunca rítmicas y aunque ya no dormía muy bien, estaba feliz porque el día estaba cerca, ya no recordaba un día en que no hubiera pensado en el embarazo.
En la semana 39 un líquido diferente nos hizo pensar que la bolsa se había roto, Amanda vino corriendo y nos hizo su rebozo, pero de allí no salió nada...
Si se había roto la bolsa, en breve comenzaría el parto, pero no dejaba de pensar que si no pasaba tendría que ir al hospital.
Ya teníamos la piscina en el salón, pasaban los interminables días y nada… el jueves nos cercioramos de que la bolsa no estaba fisurada y el alivio me dejó dormir toda la noche de un tirón.
El viernes por la noche comenzaron, como todas las noches, las dichosas contracciones, esta vez eran mas fuertes, mas rítmicas, me puse a contar tiempos mientras veía una película...
A las doce me llamó Amanda," quieres que vayamos?" Pero pararon, estaba asustada y cansada, no quería parir ese día, había sido un día muy cansado… dos horas de pie viendo anillos de diamantes con el novio de mi mejor amiga.
El sábado fue un día tranquilo, después de un paseo, volvieron las contracciones, paraban y dormía, paraban y dormía, eran suaves pero yo sentía que el momento estaba cerca, tenia nauseas y poca hambre, el domingo las contracciones se volvieron rítmicas y a lo largo del día mas dolorosas.
Estuve muy entretenida con familia en casa y Thomas haciendo una de sus maravillosas paellas, yo no decía nada, no quería gafarlo, no tenía mucha hambre, pero esa noche me comí la manzana mas deliciosa de mi vida. Acosté a Zoe y mientras le contaba el cuento pensaba si esa sensación rara que sentía sería porque el momento estaba cerca.
Es maravilloso saber ahora que así era.
A las once las contracciones eran cada vez mas fuertes, lo sabía, estaba de parto, "Carlos, te vas a tener que ir, creo que estoy de parto", me reía, estaba nerviosa, con miedo y feliz!
Llamé a Amanda "quieres que vayamos?" "Mejor esperamos, por si para de nuevo" dije con la boca pequeña. Ese fin de semana Ilitia se presentaba en la Feria de bebes de Ifema y las dos habían estado muchas horas allí sin parar, Uma había esperado a que llegaran a casa...
A la hora me senté en la alfombra, que cuidadosamente había limpiado con amoniaco a cuatro patas días antes y algo hizo "clack" dentro de mí, me mojé, he roto aguas! Thomas no se lo creía, "que si! Toca toca", "me he empapado el pantalón", Amanda ya comenzó a empacar mientras me preguntaba como eran las contracciones.
Esa noche Zoe se despertó varias veces, como si lo presintiera, "cariño, si mama grita es para decirle a Uma por donde tiene que salir"...
A la una llego Amanda, yo a cuatro patas llevaba bastante bien el dolor, respiraba," aaaaaa" soltando la mandíbula, como me habían enseñado en las clases de yoga, Zoe apareció en el salón, fresca y radiante, miraba entre mis piernas buscando a su hermana.
Mi amiga Berta llegó en seguida rebosante de felicidad, Uma había esperado a que acabara el musical del Rey León y la cena de aniversario.
Llenaron la piscina durante una eternidad y me metí en el agua calentita... Que gusto! No estaba hinchada del todo y el agua no me cubría. Sonia, Amanda, Thomas. Berta y Zoe me acariciaban, me sonreían, vaso en mano me echaban agua por la espalda... Zas! Zas! Hasta que conseguí decirles que pararan!... eran como latigazos en las contracciones y yo estaba tan metida en mí que no podía ni hablar.
Me dolía mucho, gritaba, me veía allí y solo pensaba en cuanto tiempo quedaría aguantando ese dolor, Zoe se tapaba los oídos.
Gritaba, canturreaba aaaa iiiiii "los vecinos! Me estarán oyendo?" Me daba igual, "bastante tengo yo con lo mío" pensaba, mas tarde me entere de que nadie oyó nada. Mi cuerpo se estaba partiendo en dos, me costaba mucho moverme para que Amanda pudiera escuchar el latido de Uma, "esta perfecta" me decía. Amanda me propuso ver como íbamos y yo encantada, la niña estaba bajando sin haber borrado el cuello! Como ellas no se preocuparon, yo tampoco, estábamos en "estado dos" escuché, por dios! Cuántos hay? Cuatro? Todo esto y solo llevo la mitad?! Ellas sabían en que momento estábamos solo con mirarme.
Las luces tenues, no veía mas allá de mis manos, Zoe pasaba corriendo, jugaba, me daba besos, la mano, Thomas quería ir a ver la cámara, la música horrible, "no, no, donde vas?" En mi película también necesitaba apretar una mano. Me estaba agobiando, todo el mundo hablaba bajito y sonreía, iba todo bien? Me entró miedo, como si estuviera sola, como si todos dependieran de mi.
Salí de la bañera, Sonia me lo propuso y me pareció mucho mas cuerda que yo, demasiada agua caliente me estaba mareando, bebía coca-cola, pensaba en lo maravillosa que es la vida sin contracciones y me reía, volví a mi alfombra y al sofá que me ha visto crecer, el dolor me rompía las caderas y la espalda, tenía calor y al segundo mucho frío, sudaba, a cuatro patas intentaba empujar, mi cuerpo sabía lo que quería hacer y yo solo quería que acabara. Una luz intensa apareció por el pasillo, una linterna y detrás Zoe dispuesta a ver a su hermana, nos reímos.
Nos reímos mucho esa noche, yo decía tonterías para sacar una sonrisa, pero cómo me costaba hablar! Sonia me daba masajes celestiales y Zoe me acariciaba la cabeza mientras yo apretaba la mano de Thomas. Sonia y Amanda me miraban sonriendo, Berta abrazaba a Zoe, no podía estar en mejores manos, Thomas me cogió por debajo de los brazos y de pié, me dejé llevar, tenía ganas de empujar, qué dolor, porque no salía?
No notaba que bajara nada, tenía todo adormecido, estaba agotada, y una vez mas me daba miedo que se parase...
Ya no veía nada, estaba como en un sueño, no veía mi salón ni las luces, no sabía si aún era de noche, iba y venía de un viaje psicodélico.
De repente Zoe se levantó y empezó a animarme "vaaane, vaaaane, vaaane" "empuja mamá!" Mire a Sonia y sus ojos me tranquilizaron, " en dos empujones fuera" le dije; ellas sabían que todo estaba bien, sabían donde estábamos y que iba a pasar, empujé y quemaba, me ardía... Intenté tocar, pero no reconocía mi cuerpo, no veía, empujé con todas mis fuerzas para que acabara!
La cámara se quedó sin batería y Uma salió rotando a sus manos, 4:32 de la mañana marcaba el reloj digital en amarillo.
La cogí y el cordón era corto, no podía achucharla, estaba rosita, con los ojos abiertos, escurridiza, mi niña! Yo, exhausta, ni siquiera lloré, con lo bien que habría estado yo con la epidural!
Que burra eres, pensé. Siempre tienes que hacer lo más! Fuimos a la cama y allí volvieron las contracciones... En seguida salió la placenta, qué alivio, era enorme, roja y azul, yo estaba adormecida, colocada con las drogas del amor.
Thomas y Zoe cortaron el cordón mientras Uma se agarraba al pecho. Estábamos todos, seguros en nuestra cama, calentitos, el tiempo se desdobló de nuevo, estaba siendo una noche eterna y maravillosa, no me podía creer que ya se estuviera acabando.
Amanda y Sonia recogieron la casa, "que hacemos con la placenta?". La primera vez que Amanda me preguntó eso días atrás dije, pues tirarla, nunca imaginé la de cosas que se hacen con las placentas. "Un batido?" Venga vale! Me sentó de maravilla, reconstituyente y un café y croissants de chocolate. Amanda y Sonia nos dejaron solos y se fueron a descansar, Amanda se iba de viaje al día siguiente!
A las nueve se durmieron todos, Berta una hora antes de ir a trabajar, a mi derecha tenía a mi Thomas, agotado de darme la mano y sujetarme, sonriendo, acariciándome, siendo una vez mas en estos 14 años mi estrella polar, estaba tan orgullosa de él! Y a Zoe, a la que tuvimos que poner una peli para que se relajara, por fin dormida entre los dos, ahora ya mi hija mayor, cuanto me había ayudado tenerla cerca... A mi izquierda la pequeña Uma, con sus 2550 gramos, dormida plácidamente, respirando...
No dormí nada, feliz, exhausta como quien ha corrido una maratón y ha llegado el primero. Estaba orgullosa de todos y de mí, solo me había desgarrado un poquito y mis matronas me dieron un punto del que no volví a acordarme.
Ese mismo día estaba de pie, duchándome, con mi niña en brazos, en mi casa, feliz, poderosa y llena de energía, ya no me he vuelto a ver igual en el espejo...
Amanda y Sonia hicieron de mi postparto un paseo, con sus visitas llenas de amor, sonrisas y buenos consejos, cómplices de una aventura increíble y única en la vida, de la que nosotros hemos sido los protagonistas.
Esta era la película que yo quería vivir y mi familia y mis matronas hicieron posible que ese sueño se hiciera realidad.
Gracias. Gracias Sonia y Amanda por reivindicar nuestros instintos, por hacer posible esa conexión con la mujer milenaria, el origen del mundo.
Una matrona en casa en el posparto.
Enero del 2015
Conocí a Amanda en las clases de preparación al parto.
Era mi primer embarazo y estaba llena de dudas.
Enseguida me di cuenta de que todas esas dudas eran naturales, pero también lo eran las respuestas.
Por alguna razón nos hemos vuelvo muy "mecánicos" y casi no dejamos que algo como el parto o la lactancia siga un proceso natural, al fin y al cabo las mujeres parimos y damos el pecho desde que existe la raza humana y nadie entonces les decía cada cuánto tiempo tenían que hacer las tomas.
Cuando supe que Amanda realizaba asistencia postparto no lo dude ni un momento.
Tenía claro que quería dar el pecho y el hecho de no lograr que el bebé se enganchara bien, las famosas grietas y otras complicaciones de la lactancia me asustaban.
Lo mejor de todo es que no sólo me enseñó como evitar estas complicaciones. El momento en que entras en casa al volver del hospital, cierras la puerta y dices: "Bueno, y ahora qué?" asusta un poco.
De repente te encuentras sin saber muy bien qué hacer o cómo actuar.
Nadie te dice que el bebé puede hacer caca 6 veces al día, y mucho menos que el color y consistencia de esa caca es normal cuando das el pecho.
Y tampoco que el bebé puede estar mamando una hora seguida o más, o que lo mismo puede comer cada media hora que cada tres horas ya que la leche materna se digiere enseguida.
Saber todas estas cosas (y más) me ha ayudado a vivir las primeras semanas de mi bebé con tranquilidad y dejando que fluyera de manera natural.
Si Amanda no me hubiera explicado todo lo que me explicó, seguro que habría hecho alguna que otra visita a Urgencias...
María Orio
Carol nos habla de su embarazo. ¿Por qué elegir una matrona privada a domicilio?
2 de Mayo del 2014
Tras siete meses aparecieron dos rayitas en un test de embarazo, qué felicidad, qué alboroto, otro perrito pilot… Ah no!!! no es eso… Otro no, es el primero, así que allí estábamos dos treintañeros sin saber muy bien qué se nos venía encima.
Empezamos por una peregrinación de médico de cabecera, matrona y ginecólogo, todo por ese orden. Creo que en total llegamos a unos 30 minutos en el total de las visitas. Sólo en el ginecólogo nos confirmaron el embarazo tras casi 14 semanas.
¿Qué fue lo que sacamos en claro de todas esas visitas? Pues que el embarazo es una travesía de 9 meses que he llamado “ Yinkana de sustos” … Que si la toxoplasmosis (susto para las comidas); amniocentesis (riesgos, incertidumbre, ¿saldrá todo bien?); azucar (diabetes, bebés enormes que pueden reventarte por dentro…) Bueno estoy exagerando en este caso, pero no veaís la que me montó mi cuarta ginecóloga cuando le dije que me había hecho otra alternativa prueba de azucar en vez de la protocolaria… Anemia (según la sexta ginecóloga que me vio era un riesgo extremo ya que podría desangrarme tras el nacimiento de mi bichito; ojo!!! palabras textuales)
Todo esto aderezado con un contínuo ir y venir de ginecólog@s en la consulta, creo recordar que me han visto un total de 7 (y todavía estoy en octavo mes…) .
La matrona que es la que siempre está pues sólo la vemos 2 veces y porque hace la citología y en las clases preparto…
Y eso que mi embarazo está siendo estupendo, sin riesgo, sin complicaciones, vamos que enferma no estoy…
Eso no quita para que sea un proceso donde es todo nuevo, todo te sorprende, no sabes si es normal, si no es normal, desconoces las nuevas percepciones que tenías sobre tu cuerpo, se vuelve un ente extraño que tienes que volver a conocer y con el que tienes que volver a conectar, añadiendo además que eres la responsable de la vida que crece dentro y que después de las 2 rayitas la quieres con una locura hasta entonces desconocida.
Así que desde las primeras impresiones de lo que me iba a tocar vivir en las consultas, donde entrabas, te sentabas en una silla, llena de dudas y preguntas que se te quedan en la garganta porque en cuanto intentabas hablar la enfermera te mandaba callar porque le estropeabas la medición de la tensión…
Sí, yo también me quedé ojiplática. Decidí que no quería ese trato en mi embarazo, quería conocer, saber lo que me estaba pasando y por qué, quería decidir sobre lo que iba bien para mi bebé y también para mí, pero siempre bajo un prisma de conocimiento.
Nos pusimos manos a la obra y gracias a un blog encontramos a Amanda (Matrona colegiada), y todo fue diferente. Hubo cosas iguales, por supuesto, historial, control del bebé, control de la salud de la mamá (análisis, azucar, etc), pero el trato, su trasmisión de lo que pasaba durante el embarazo el por qué de los cambios, lo que iba a suceder en el parto… Todo perfectamente explicado, nosotros preguntábamos, hablábamos, contábamos anécdotas… Pero sobre todo iba eliminando los miedos, uno tras otro, lo cuál nos permitía entendernos y ganar confianza día a día sobre nuestro embarazo primero y lo que iba a venir después.
Ahora estamos en la fase final del camino, donde también nos hemos puesto en sus manos gracias a la cofianza que ya tenemos con ella, y que nos va a llevar a otro camino más largo, y durante un pequeño lapso también queremos contar con Amanda porque por mucho que seamos capaces y que contemos con nuestro instinto y sentido común, aprender del conocimiento y experiencia con un apoyo cariñoso, humano y sereno es un regalo.
Victoria Moradell. "Acompañada por una matrona"
5 de Mayo del 2014
Amanda, te conocí por casualidad en los cursos de preparación al parto y también por casualidad, una amiga me habló de ti y me recomendó que hablara contigo; gracias a eso, ahora Mateo, toma leche del pecho de su madre, porque de no ser por la información que me diste ahora estaría dándole biberón, sin ni siquiera haberlo intentado.
Pero no solo te quería dar las gracias por eso, también por resolver todas mis dudas y x saber que hay alguien ahí, en esta etapa tan especial de mi vida.
También gracias, porque hace una semana, cuando di a luz a Mateo, y las contracciones se hacían más y más intensas, pensaba en los preciosos relatos que hay en tu blog y me decía a mi misma, tranquila, eres fuerte, tú también puedes hacerlo. Como diría Beatriz Polo, al conocerte, parir ha sido como ir a dar una vuelta por el retiro, eso sí, sin pipas..! jajaja feliz día!!
Parto de Cristina
24 de Junio del 2014
Esta es la historia de dos matronas muy simpáticas a las que durante el parto y el delirio del dolor llamé brujas. Así, con todas las letras.
Dije muchas cosas porque a falta de gas de la risa me dio por hablar.
La mayoría de las tonterías que dije ya se me han olvidado pero lo de brujas aún lo tengo fresco.
Y el caso es que sigo pensando que son brujas, aunque ya no por haberme convencido de que parir en casa y permanecer alejada de la epidural era una gran idea, sino por otro montón de cosas.
Amanda y Sonia fueron mis compañeras durante casi una semana, la semana que Jara tomó para decidir si de verdad tenía ganas de venir a conocernos o no. Se lo pensó bien. Contar todo lo que pasó durante esa semana interminable sería una historia muy larga.
Pero para resumir, puedo decir que mirando atrás veo a mis matronas como jóvenes brujas conocedoras de misterios antiguos y olvidados que unen a las mujeres con la tierra. Y es entonces cuando me alegro de haberlas encontrado en el camino porque gracias a ellas yo fui libre de dejar que mi cuerpo recordara esa unión. Sentí el dolor, grité y maldije todas las historias de partos orgásmicos que había leído. Pero me sentí segura y libre porque mis matronas sonreían a mi lado y yo sabía entonces que Jara y yo estábamos bien. Solo que sin orgasmo.
Ahora no sé qué habría hecho yo sin mis matronas. Desde el principio me dieron la información necesaria para ser responsable de mis decisiones, me enseñaron el proceso del parto porque con el saber somos poderosas, invocaron a la oxitocina con caricias y amor en lugar de con agujas y me acompañaron tanto que por un momento pensé que eran mi familia.
Estuvieron conmigo durante el intenso parto en el que Jara vino al mundo y en el que mi marido casi pierde las manos.
Siguieron estando con nosotros en la desesperación cuando Jara no agarraba el pecho y fueron ellas las que me llamaron para que dejara de llorar cuando las emociones y la situación pudieron conmigo días después.
Mis matronas son geniales y espero que, a pesar de haberlas llamado brujas, acepten acompañarnos de nuevo en el futuro.
"Pon una matrona en tu vida!" nos dice Beatriz
6 de Marzo del 2014
He de decir que la palabra matrona no estaba en mi diccionario personal con una definición concreta, hasta que durante el embarazo conocí una, y no para que me asesorase sino por trabajo.
Gracias a ella fui a dar a luz como el que va a pasear al Retiro, tranquilisimamente.
Después del nacimiento de Amelia una de las cosas que mas valore fue tener a Amanda detrás del teléfono siempre dispuesta a resolver mis dudas y ayudarme a que la llegada de Amelia a nuestra vida fuese mas fácil.
Cuatro meses después sigue detrás de ese teléfono porque.... cuantísimas dudas siguen surgiendo en la cabeza de una primeriza cada dia!
Por tanto, he puesto definicion a la labor de estas profesionales.
Matrona: persona que hace que el momento mas feliz pero mas duro de la vida de una mama sea mas fácil; persona que te da la mano a ti y al bebe para poder entender mejor lo que es la llegada a la nueva vida. Gracias por vuestra labor.
Nacimiento de Elune en casa
13 de Enero del 2014
Hoy sentí la magia, el poder, sentí el miedo y sentí la libertad de vencerlo, sentí la bruma y el descontrol , sentí la mas absoluta felicidad posible....esta noche a la 1:05 de la madrugada llego Elune.
Llego en casa, en el mismo lugar donde por primera vez entró en nuestras vidas, llegó a su hogar rodeada de las personas mas maravilosas que podíamos haber elegido,llegó como llega todo lo bueno.... de golpe y sin avisar ya la teníamos con nosotros en un parto vertiginoso, emocionante, salvaje y como no.... muy divertido.
Gracias a mi pequeña Aranel. ..ya mayor... por enseñarme el camino del respeto y del amor incondicional, por mostrarme lo que desconocía y ayudar a su hermana a tenerlo....
Gracias mi amor... por estar siempre... apoyar y compartir todas las decisiones y luchar por ellas aunque sea a contracorriente... gracias por tus manos en mi espalda en cada contracción. .. tu soporte...
Gracias a mi alter ego de vida... mi Nahe... mi "hermana"mi doula... por tu siempre saber estar en toda situación, tu fuerza, por contagiarme de esa ilusión y fuerza, porque solo con que me miraras ya me hacias confiar y seguir adelante con la siguiente...
Gracias al trío de ángeles que lo hacen posible, Amanda, Juanjo y Maria.... yo hoy he compartido mi noche con ellas dos... gracias por vuestra profesionalidad, por hacer que otro tipo de nacimiento sea posible, por amar y respetar tanto ese momento fundamental y esencial por el que pasa una familia...
Y sobre todo gracias a la gran protagonista. .. mi vikinga Elune... que decidió plantarse en nuestras vidas primero lento y tranquila para después llegar con prisa por vernos por primera vez... gracias por hacer que este camino juntas aunque a veces duro haya merecido la pena.... solo tu olor ya es motivo para repetirlo una y otra vez....
Aquel día fue un día de fiesta, un día que recuerdo como una noche entre amigas.
De vez en cuando abría los ojos y Amanda me masajeaba la "tripilla" mientras María me acariciaba los tobillos, mi marido me masajeaba los riñones y mi gran amiga me acompañaba con sus palabras...
Aquella noche nadie entraba y salía sin un nombre, sin saber quién era yo o mi bebé, aquella noche de fiesta, todos esperábamos a Elune y me acompañaban a mi.
Aquella noche mi bebé nació rodeada de "familia", suerte que tuve que dos de ellas eran matronas.
Cristina y Patrick nos cuentan por qué decidieron dar la bienvenida a Jara en la intimidad de su hogar.
Julio del 2014
Embarazo y parto de Bea en casa
14 de Enero del 2014
Debo reconocer que hace unos meses no tenía ni idea de cuál era la labor de una matrona y a día de hoy no imagino como hubiera sido la preparación a la maternidad, mi parto y postparto sin ellas.
Durante mi embarazo recibí información valiosa, resolvieron mis dudas, mitigaron mis miedos, plantearon alternativas y siguieron la evolución de mi bebé siempre desde el respeto. Me sentí arropada y escuchada, sentimientos opuestos a los que ginecólogos (tanto de la sanidad pública como privada) nos generaron tanto a mi marido como a mí.
Tras cinco revisiones, entrando en el sexto mes de embarazo fue una matrona la que me preguntó por primera vez mirándome a los ojos… y tú, ¿cómo estás? (sin referirse a lo meramente físico o evidente a través de un aparatito)
Siempre tuve claro que quería parir en casa, desde mucho antes de quedarme embarazada. Era un deseo tan fuerte como la intuición que me llevó a tomar esa decisión. Sonaba irresponsable, sonaba inalcanzable, sonaba a que estaba loca, sonaba a que no sería capaz.
Mi pareja confió en mí, yo confié en mi instinto y mi capacidad para parir y nuestras matronas confiaron en la naturaleza y en nosotros. Fue todo lo que necesitamos para darle la bienvenida al mundo a nuestro hijo como siempre lo había soñado. Parí en mi hogar rodeada por la cotidianidad de nuestro espacio, por la intimidad de nuestro hogar, por la entereza, amor y fe de mi marido y la experiencia y la espera dulce y respetuosa de nuestras matronas. En ningún momento pasé miedo, sino todo lo contrario. Me sentí más segura con ellas observando agazapadas en el pasillo, que si hubiera tenido un batallón de médicos tras mi camilla… o entre mis piernas. Estaré eternamente agradecida por la paciencia, comprensión y seguridad que me brindaron y por el respeto, sensibilidad y calor humano con los que recibieron a mi hijo.
Los días posteriores estuvieron con nosotros. Atentas pero sin atosigarnos, vigilantes, pero sin juzgarnos, tendiendo una mano más que amiga en esos primeros días en los que la duda más insignificante te parece un mundo; nos ayudaron a reforzar nuestra valía como padres, con los sinsabores de la lactancia, con los cuidados postparto (físicos y emocionales) y supervisaron la salud de nuestro bebé. Creo que esa cercanía, implicación y sensibilidad es tan necesaria durante esta etapa de la vida de una mujer que me da muchísima rabia que no se valore como debería, que se desconozca e incluso que se prescinda de ella por cuestiones económicas. Me dio rabia haber tenido que buscar tan a conciencia una atención diferente a lo largo de mi embarazo, me dio rabia tener que pagar por tener un parto respetado que toda mujer (que lo busque) se merece. Pero ellas me dieron mil y un motivos para no arrepentirme jamás por aquel dinero invertido (nunca diré gastado o perdido).
Si vuelvo a quedarme embarazada contaremos sin duda con la ayuda de nuestras matronas, ya amigas, para todo el proceso puesto que ya no imagino vivir un segundo embarazo, parto y postparto sin ellas.
Gracias a las que creen más en la naturaleza que en la ciencia que usurpa y avasalla,
Gracias a las que miran a los ojos antes que a la vagina,
Gracias a las que confían en la mujer y en su propia valía,
Gracias a las que prefieren aguardar antes que colgarse medallas,
Gracias a las inconformistas que creen que se puede cambiar la manera de parir,
Gracias a las que respetan al que está por llegar y consideran su dignidad cuando nace,
Gracias a las matronas que aman su trabajo de verdad.
Una madre eternamente agradecida.