Mi segundo parto, Tobías nació en casa.
10 de Enero del 2015
El jueves a las 10 de la noche las contracciones comenzaron. Muy suaves al principio, iban y venían desordenadas e impredecibles. Mi marido y yo nos pusimos un poco nerviosos pero sin la certeza de que fuera a ser la de verdad o una falsa alarma.
A las cuatro de la mañana desperté con una ya bastante fuerte. Probé a volver a dormir pero imposible, las contracciones eran irregulares pero fuertecillas ya. A las ocho de la mañana expulsaba el tapón mucoso, la cosa era en serio, ya estaba empezando!!
Hablé con Sonia y Amanda y quedamos en que iría informándolas de cómo evolucionaba, de la frecuencia y la intensidad de las contracciones.
Pasé la mañana tranquila, pendiente de mi cuerpo que aún iba despacito dilatando, y mientras jugando con mi "pequeño mayor" como dice él de 3 años. Recuerdo que nos echamos la siesta juntos antes de que naciera el bebé y aprovechamos todo el rato que pudimos.
A las siete las contracciones ya eran cada quince minutos, avisé a Amanda para que vinieran, tenían que llegar desde Madrid e iban a tardar un buen rato aún.
Mi hermana estaba conmigo, papá y el pequeñito habían salido a dar un paseo para dejarme un ratito de tranquilidad. Poco a poco las contracciones venían cada vez más seguidas. Yo paseaba por el pasillo a oscuras y me movía como me pedía el cuerpo, eran dolorosas pero respirando se llevaban bien.
A las 9 llegaron Sonia, Amanda y Marta. Para ese momento la casa se había convertido en un lío de gente: mis padres, mi hermana, mi marido y mi hijo mayor incluidos. Aunque éramos mucho yo me encontraba muy arropada, con una sensación de normalidad que me tranquilizaba mucho.
Las matronas decidieron tras comprobar que todo estaba bien, dejarnos un ratito hasta que la cosa fuera avanzando. Mientras intenté sin éxito acostar a Ángel consciente de que sería la última vez que lo hacía yo en un tiempo y sabiendo que a él le tranquilizaba dormirse con "su tetita" porque aún sigue mamando.
Ese último rato fue muy complicado: el pequeñito no se dormía, a mi cada vez me dolía más y estar tumbada y en silencio no ayudaba para nada! Tuve que parar y salir de la habitación y acercarme a que me miraran Sonia y Amanda. Los latidos del bebé estaban bien pero parecía que aún quedaba.
-Tengo ganas de empujar- les dije
-Qué raro, parece que aún tiene la cabecita más arriba, vamos a comprobar cómo vas- me dijo Amanda.
Con mucho cuidado terminó de hacer el tacto y dijo
-Estás completa! Empuja cuando quieras!
Qué alivio!!! Sonia me propuso entonces llenar la bañera para soportar mejor el dolor y me encantó la idea. No dio tiempo a que estuviera ni a la mitad pero me metí y me fui echando agua caliente mientras comenzaba a empujar de rodillas. A mi lado estaban mi hermana, que no se separó de mi ni un momento, mi marido, y Sonia, Amanda y Marta comprobando que todo fuera bien.
El aro de fuego era insoportable, recuerdo gritar y dudar de si iba a poder hacerlo en el último minuto, pero toqué la cabecita ya coronada y me impresioné tanto que en unos empujones más salió la cabeza y el cuerpo de Tobías.
Sonia me ayudó a recogerlo y me lo puse sobre el pecho. Era increíble y era tan bonito!
Me ayudaron a salir de la bañera y al llegar a la habitación la placenta salió sin ningún esfuerzo.
Nos metimos en la cama piel con piel y al poquito trajeron a mi hijo mayor a conocer a su hermanito.
Con ésta experiencia le he perdido miedo al parto. En mi anterior parto en el hospital salí traumatizada: una episiotomía tremenda, kristeller, mil problemas asociados y mucha ansiedad. Éste parto ha sido maravilloso: me he sentido respetada y cuidada, he sentido que era yo la que paría, que era capaz, y que estaba preparada para ello.
Sólo quiero agradecerles a Amanda, Sonia y también a Marta todo lo que hicieron y están haciendo por mí, ha cambiado mi manera de ver el parto totalmente, mil gracias por su profesionalidad, su cariño y su manera de hacer las cosas.