JIMENA NACIÓ EN UN HOSPITAL MUY RESPETUOSO
20 de Diciembre del 2015
Mi parto ha sido, probablemente, la experiencia más intensa de mi vida.
Tenía terror a ser víctima en lugar de protagonista, a que me ningunearan, me mangonearan y no me escuchasen ni me dejasen hacer las cosas como yo quería. Nada de eso sucedió. “Qué suerte” me dicen muchos.
No fue suerte: mi parto fue tan maravilloso, entre otras cosas, porque contraté a Amanda.
Nunca tuve miedo al dolor de parto ni a todo el proceso natural.
Tenía muchísima confianza en la Naturaleza y en mi cuerpo. No tanta en los profesionales sanitarios de los hospitales españoles.
Siempre he sentido que quería un parto natural y he buscado información al respecto, pero cuando supe que estaba embarazada, intensifiqué esa convicción y la búsqueda; así es como encontré a Amanda: por internet, escribiendo en un buscador “parto natural en Madrid”.
Desde la primera consulta me sentí escuchada y comprendida. Sentí que Amanda estaba allí para formar equipo conmigo, con mi forma de pensar, con mi cuerpo y con mi bebé.
Las clases de preparación, muy cerca de la fecha de parto por mis circunstancias laborales, fueron muy interesantes y reforzaron esa confianza en mi cuerpo que yo ya sentía.
El 19 de diciembre, después de la siesta, rompí aguas. Ese día no tuve contracciones en ningún momento .
Estuve en contacto con Amanda, que me dijo que si no tenía contracciones ni fiebre y el líquido amniótico era claro, podía relajarme: quedaba bastante tiempo.
Un miedo interno: sabía que muchos médicos aconsejan acudir al hospital cuando se rompe aguas, y que si en un número determinado de horas (en unas regiones 12; en otras, 24) no ha habido contracciones, se induce el parto. Era exactamente lo que no quería que ocurriese.
Amanda vino a verme al día siguiente por la mañana. Todavía quedaba mucho, así que estuvo solo un rato conmigo.
Me encontraba un poco revuelta y sin ganas de salir a la calle, así que paseaba por casa, me sentaba de vez en cuando en la pelota de pilates y bebía un poco de yogur.
A la tarde empecé a sentir un dolor extraño: presión y ganas de ir al baño. Para aliviarlo, de vez en cuando me duchaba. Eran las famosas contracciones. Me tomaba la temperatura e iba hablando con Amanda, pero el momento todavía no llegaba. Hacia las 19-20 h se intensificaron –no sé los intervalos porque nunca los medí- y alrededor de las 20 h llamé a Amanda, llegando a tirar el teléfono y a gritar –porque era lo que mi cuerpo me pedía-.
Ella me dijo que venía para casa.
Yo me sorprendí, pero más tarde, me explicó que claramente estaba de parto. De hecho, cuando llegó y me exploró (previa petición de mi permiso), vio que mi dilatación era de unos 7.5 cm.
Nos ofreció llenar la piscina de partos, advirtiéndonos que si lo hacíamos, el bebé nacería en casa. Como teníamos el acuerdo de dilatar en casa y parir en el hospital –en un hospital muy respetuoso-, allá fuimos.
Bajar las escaleras con contracciones, cruzar el patio con contracciones, llegar al coche con contracciones, el viaje al hospital –que se me hizo eterno- apoyada en los asientos,contracciones; admisión, contracciones; sala de triage, contracciones; celador con silla de ruedas: “no, no, imposible: yo no puedo sentarme”, contracciones; eterno periplo hasta las salas de parto flanqueada por Amanda y el padre de Jimena, contracciones.
Saco del bolsillo del abrigo un papel en un folder arrugado y lo entrego: “este es mi plan de parto; el padre y mi matrona; entran los dos”, contracciones. Monitor, contracciones; “que llenen la bañera ya, ¿por favor?”, contracciones; un rato eterno, contracciones; me desnudo, contracciones; “lo que escucho está bien, pero no lo escucho todo el rato; con este monitor no te puedes meter en la bañera”, contracciones; me desnudo, contracciones; “EN LA DUCHA”, contracciones; Amanda me riega la espalda, contracciones; “más caliente”, contracciones; “me quema”, “me rompo”. Las últimas contracciones vinieron separadas por intervalos que sentí eternos pero que me permitieron tomar aliento y reunir fuerzas.
Jimena nació perfecta (Apgar 9 y 10) a las 23:17 del día 20 de diciembre de 2015 y mi cuerpo quedó perfecto, íntegro.
La atención fue impecable: nadie me dijo lo que tenía que hacer o no, ni cómo colocarme, ni que no gritase.
Todo el equipo me animaba y obedecía a mi cuerpo: fue un parto totalmente respetado.
¿Y después? Amanda siguió viniendo a vernos hasta un mes después del parto, lo cual es muy agradable, porque no siempre apetece salir de casa enseguida.
Una recomendación: realizar el proceso completo en la intimidad de casa.
Mi parto era de casa. Fue respetado y bastante íntimo, no perfecto, pero maravilloso.
Siempre te estaré ETERNAMENTE AGRADECIDA, espero que te vaya fenomenal, estoy segura de que será así; y también espero algún día tener más hijos y que nazcan en casa, con tu acompañamiento y tu profesionalidad.
Un abrazo muy fuerte, de corazón,
Elena