Parto de Paz, nacimiento de Unai en casa
1 de Abril del 2016
Yo tenÃa claro desde el principio que querÃa un parto en casa porque desde siempre habÃa cosas que me habÃan chirriado, como la aceptación cultural de que para parir un hijo tienes que pasar por una episiotomÃa.
Por esta y otras cosas (como mi abuela contándome siempre que habÃa parido siete hijos "sin nada de anestesia ni un solo punto") acabé formándome como doula y acompañando madres (y padres).
Vengo de una familia de sanitarios, fundamentalmente médicos y médicas, pero no escondà (escondimos, porque mi marido me apoyó y respetó en todo) en ningún momento que mi bebé iba a nacer en casa.
Eso nos costó marcharnos de una cena en casa de mis padres o tener que ponernos firmes en la visita de la semana 34, pero era lo que querÃamos.
También es importante decir que mi pareja es nieto y bisnieto de comadronas...
En fin, que nos pusimos en contacto con Amanda y tanto ella como Laura nos dieron buena "onda".
Para nosotros era principal estar con profesionales a la última en el plano cientÃfico pero también humanas y respetuosas, y asà son ellas.
Cuando llegó el dÃa del parto yo rompà aguas por la mañana y las llamamos.
Amanda nos dijo que seguramente el parto serÃa de noche y que nos fuésemos a pasear.
Yo habÃa estado tranquila todo el embarazo y nunca le habÃa tenido miedo al parto, pero verse en ello es otra cosa...
Total, que un par de horas después yo ya no podÃa moverme durante las contracciones y le pedà a mi marido que mirase si habÃa lÃnea púrpura (que la habÃa) y se lo dijera a Amanda. Inmediatamente ellas se pusieron en marcha y cuando llegaron yo estaba dilatando y pensando "joder, esto duele más de lo que pensaba".
El resto del proceso lo recuerdo a retazos, pero con buena sensación: recuerdo pedir un masaje en las lumbares a Laura, recuerdo a Amanda pidiendo permiso para entrar en el baño y ver cómo iba, y también cómo me informó y me pidió permiso para hacerme un tacto (el único) y ver si pasar o no a la piscina. Recuerdo cómo sentÃa que no podÃa más y lo decÃa y ellas me decÃan que sÃ, que iba a poder, que ya casi estaba, y me ofrecÃan algo de beber o cambiar de posición.
Estaban, controlaban, pero no molestaban.
Y cuando la placenta tardaba en salir me acompañaron ese tiempo, comprobando que todo estaba bien y que se podÃa esperar un poco más, ofreciendo las distintas opciones y explicando el por qué de cada una, las cuales fuimos agotando para no tener que ir al hospital. Creo firmemente que esa tranquilidad que me dieron todas (Amanda, Laura y Ana, que estaba de prácticas) hizo que pudiera alumbrarla naturalmente al final, sin llegar a ponerme oxitocina.
Durante el parto sentà descontrol y miedo, pero no por ellas sino por mÃ, y saber que estaban allà me permitió transitarlo.
Me dolÃa y ese dolor me asustaba, pero pude dejarlo ir y confiarme conmigo misma porque nada malo iba a pasar.
No tenÃa que luchar fuera asà que pude concentrarme en lo que tenÃa que hacer conmigo y dentro de mÃ, en mi camino de abandonarme y darlo todo.
Y después del parto, tanto ese mismo dÃa como los siguientes, me sentà cuidada y atendida, pero nunca infantilizada.
Me apoyaron y me ayudaron con los problemas de lactancia e incluso me recomendaron a quién acudir.
El puerperio inmediato fue duro por eso, pero no solamente no lo agravaron con comentarios o juicios, sino que me acompañaron en lo que yo querÃa (mantener la lactancia materna).
Obviamente, el puerperio hay que transitarlo cada una, pero siempre me sentà respetada y apoyada tanto por ellas como por mi pareja, y eso me hacÃa sentir menos sola en mi "lucha".
Me dolÃa el pecho, me molestaba un poco el cuerpo volviendo a su sitio, pero mi única preocupación podÃa ser la lactancia porque no habÃa ninguna herida "extra" por la que preocuparme.