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En nacimiento de Hugo, mi parto

23 de Marzo de 2017

El 23 de marzo hizo un año del momento más intenso de mi vida. Llegaste a este mundo para enseñarme mucho más de lo que sabía y mucho más de lo que esperaba encontrarme...

Llegaste para darme un golpe de realidad, para bajarme de las nubes, centrarme y hacerme consciente de lo que de verdad es importante en la vida.

 

Llevé un embarazo con mucho ajetreo, jornadas laborales maratonianas con mucho estrés que me obligaron a bajar el ritmo a mitad del embarazo. No estoy enferma, ¿por qué tengo que trabajar menos? Quería dejar "todo listo" antes de darme de baja...

Dos clases de yoga a la semana, mucho ardor de estómago y montones de paseos con Zoui y Dani. 

Gané 7 kg, no me apetecía comer nada, todo me daba acidez.. ¡con lo que me gusta a mi comer! Pero me encantaba ir todo el día acompañada, hablaba mucho con Hugo, le contaba un montón de cosas y con frecuencia le pedía perdón por no darle una vida más tranquila.

Llevé el seguimiento de embarazo que me transmitía más tranquilidad, Laura fue mi matrona, la primera persona que escuchó a Hugo con 9 semanas, mi compañera y amiga.

Bea era mi matrona de Primaria, quien me siguió dentro del Sistema y quien me apoyó y facilitó el camino en todas las decisiones que fui tomando: no deseo Osullivan, no a la vacuna de la gripe, no quiero visitas rutinarias con obstetras del hospital... 

La primera cita en Obstetricia fue un despropósito, yo no deseaba ecografías precoces, quería esperar a la semana 12 pero a la ginecóloga le sentó fatal, no confiaba en mi fecha de última regla y después de intentar persuadirme sin éxito llegó a hacerme una pregunta terrible "¿no quieres una eco ni para saber si está vivo?"

Nunca olvidaré ese momento, que acontecía mientras la auxiliar me tomaba la tensión: 140/90 (mi tensión habitual suele ser 100/50).

Un ardor me recorrió entera mientras le repliqué que mi hijo estaba vivo, no la necesitaba a ella para saberlo. Mi pareja, a mi lado, médico, no podía creer lo que estaba escuchando.

¿Era necesaria esa agresividad? ¿esa falta de respeto? ¿y por qué?

Menudo comienzo... he de decir que no volvimos a encontrarnos a nadie tan desagradable en todo el embarazo.

 

Pasaban los meses y yo me iba preparando, método Aipap en el agua, mucho método Naces (hipnoparto) y más paseos. 

Unas cefaleas derivadas de las cervicales me obligaron literalmente a meterme en cama, la médico me dio la baja: "¡no puedo! Soy autónoma, tengo tres mujeres a punto de dar a luz y una ya está con pródromos".

La médico me dijo "genial, no te preocupes, parirán estés tu o no estés, en tres días vuelvo a verte".

No volví, a los tres días ya me había recuperado y mandé a mi chico a por el parte de alta; eso sí, tuve que prometer a todo mi alrededor que iba a bajar el ritmo de verdad.

 

Con 29 semanas acompañé a mi querida amiga Loreto en el nacimiento de Chloe, fue impresionante, un momento muy especial que nos ha unido aún más; y también a nuestros hijos! 😍

 

Y con 30 semanas estuve en el último parto antes de que naciera Hugo, ya no podía agacharme, tenía contracciones.. ¡estaba agotada! Menos mal que estábamos tres matronas ☺️ 

Me despedí sabiendo que la siguiente era yo...

¿Sabría desconectar? ¿Conseguiría permanecer en el otro lado? Qué difícil...

 

Aprovechamos para viajar, últimas compras para Hugo, noches con mis amigas y más paseos, visualizaciones con Método Naces, sesiones de Aipap en la pisci con Dani, clases de yoga y las últimas clases preparto que impartí ya casi fuera de cuentas.

Cuando mis queridas matronas entraron de guardia con nosotros yo aún no me lo creía ¿ya? Pero si aún no me he concienciado 😅

Marta, Naza y Laura dejaron todo listo, Hugo estaba perfectamente colocado y mis pruebas del último trimestre perfectas.

Yo sabía que todo estaba bien e intuía que aún quedaba tiempo para que mi pequeño quisiera nacer.

Pasaban las semanas, Hugo crecía y yo continuaba con las mismas contracciones de todo el tercer trimestre, ya muy incómoda y con ganas de que llegase el momento.

Prácticamente nadie sabía mi fecha probable de parto, no quería que me agobiaran, sin embargo creo que eso se volvió en mi contra porque con la barriga que tenía mi familia pensaba que ya había salido de cuentas hacía mucho y estaba todo el mundo muy pesado; recuerdo estar muy enfadada con este tema porque necesitaba estar tranquila para ponerme de parto.

 

A punto de entrar en la semana 41, un domingo de sol espléndido decidimos ir al centro, comimos en una arrocería estupenda y paseamos por el Retiro toda la tarde. Allí coincidimos con Laura y Emily "uyy qué cara tienes, creo que nos queda poco para que empiece la fiesta".

No se equivocaba, a la mañana siguiente rompí aguas en la cama.

Menuda sensación, líquido claro, noté a Hugo, se movía como siempre, le escuché con el doppler y su corazón latía bien fuerte.

Cuando tú quieras mi niño, mamá te espera con ganas.

 

Avisé a Dani "¿me voy a casa?" No, no te preocupes, no tengo contracciones, voy a salir a pasear.

Avisé a mis matronas, acababan de atender otro parto y estaban molidas, teníamos que darles un poco de tregua.

 

No paraba de salir líquido, me fui a desyunar con un empapador, ¡menuda piscina tenía el nene!

Una vez me pude organizar con un par de compresas, me cogí a Zoui y su lanzapelotas  y nos fuimos a pasear por la Dehesa de Sanse.

Alguna contracción más iba teniendo pero no sería hasta la noche cundo empezaría la fiesta...

Por la tarde me fui con Dani de compras: "¡nos faltan pijamas!" le dije.

"Pero cariño, hay catorce pijamas en el cajón" 

Yo no quería estar en casa, cualquier excusa era buena par salir y una merendola y una tarde de compras preparto me parecían el plan perfecto.

 

Cuando volvimos a casa la cosa se fue animando, Hugo seguía moviéndose como siempre y sus latidos estupendos.

Nos acostamos y sobre media noche ya empezaron a venirme olas más frecuentes e intensas que me hacían levantarme de la cama y pasear por la casa.

Recuerdo cómo me ayudaba vocalizar las contracciones y ponerme en cuclillas.

Pasaron las horas y sobre las 7 de la mañana me vino una muy intensa y dolorosa que me hizo gritar "llama a Laura".

Mi plan era avisar a mis matronas cuando ya no pudiera más, cuando notaste que quedaba poco.

Ya tenía contracciones cada tres o cinco minutos y bastante intensas, empezaron a dolerme mucho y yo encontré la postura de rodillas encima de un sofá.

Llegaron Naza y Laura, escucharon a Hugo y estaba perfecto.

Pedí un tacto, esperaba estar ya avanzada porque lo que sí sabía era que Hugo estaba muy abajo, lo notaba.

Laura me dijo que con 2 o 3 cm, el cuello muy finito y la cabeza de Hugo en un segundo plano, que en cuanto dilatase más se me iba a salir.

¿Sólo con tres? A mi me dolía muchísimo...

Me metí en la ducha y allí con las ondas alfa vocalicé montones de contracciones, en cada una sentía como si un hacha me golpera el pubis, era un dolor indescriptible que acabé viviendo como insoportable. Masajes es la espalda, palabras y cariño de mi chico acompañándome pero... yo pensaba que algo no iba bien. Sabía que Hugo estaba perfecto pero ese dolor tan horrible de pubis sólo me hacía pensar en una malposición. Yo no sabía que hacer para llevar ese dolor, cambié mucho de posición pero mis herramientas mentales me estaban fallando... ¡no soportaba más!

Le pedí a Laura un tacto, era como la una del medio día.

Pensé, si estoy en completa me quedo pero si no me voy al hospital y que me pongan la epidural, no puedo más.

Me dijo que estaba con seis cm y yo empecé a entrar en pánico cada vez que me venía una.

Les dije que me quería ir, sus caras eran un poema... intentaron que cambiara de opinión y darme fuerzas pero lo que yo sentía no se aliviaba así... recuerdo decirles que si no me llevaban al hospital me tiraba por la ventana, que un parto en casa era para disfrutarlo no para sufrirlo y yo ya estaba sufriendo...

Hoy ya me río un poco de la situación, les tenía entrenados precisamente para eso, si en algún momento se me ocurría decir que me quería ir al hospital, que no me hicieran caso.

Finalmente entendieron que iba totalmente en serio y nos fuimos.

Recuerdo el trayecto al hospital como un tormento, no se me pararon las contracciones, gritaba como una posesa en el asiento del copiloto, no sé cómo mi novio no estampó el coche con ese estrés.

Llegamos a un hospital donde nos conocían, mi plan de parto ante un posible traslado ya lo envié semanas antes. Confiaba en el lugar elegido.

Usé el oxido nitroso hasta que llegó el anestesista, que por lo visto estaba en una cirugía; me dieron la habitación de la bañera pero yo no quería agua... sólo caminar y que viniera el anestesista.

Me pusieron la epidural muy bien, dejé de notar dolor y podía mover perfectamente una pierna, la otra parecía de mi vecina.. era una sensación muy rara, por una parte agradecía que ese dolor del infierno hubiera desaparecido pero por otra parte estar ahí en la cama me empezó a hacer sentirme mal... ¿qué había hecho?

Tod@s pensaban que en pocas horas nacería Hugo pero yo no lo tenía tan claro. 

Recuerdo pasar por tres matronas pero quien estuvo conmigo casi todo el tiempo fue Jessica, un amor de persona y una profesional magnífica que hizo todo cuanto estuvo en su mano por el bienestar de Hugo y el mío propio.

Después de unas horas tumbada dije que no podía seguir así, la dilatación avanzaba despacio y yo quise facilitarle las cosas a Hugo moviéndome, pedí que me bajaran la epidural y me puse de pie, luego sentada en una silla de partos, después a gatas en colchonetas en el suelo... así muchas horas. Iba despacio, me pusieron oxitocina, sueros.. yo notaba mucha presión abajo pero era casi constante, la cabecita de Hugo no bajaba..

Recuerdo empujar de mil maneras y varias horas en dilatación completa, pero Hugo continuaba sin bajar.

Tod@s me animaban, Arantxa vino a verme desde Valladolid, un año antes yo la estuve acompañando en casa en el nacimiento de Rodrigo.. qué distinto fue su nacimiento.. y qué mal me sentía yo ahora, rodeada de cables, sintiendo que había fallado a mi hijo sin darle el nacimiento que se merecía.

Tras seis horas de expulsivo Jessica diagnosticó una malposición, un asinclitismo posterior. Me decía que yo tenía hueco para parir gemelos de nalgas (nunca olvidaré eso) pero que Hugo no estaba bien colocado; me sugirió llamar a la ginecóloga a ver si podía ayudarme con una ventosa, me pareció bien, necesitaba terminar, eran las dos de la madrugada y apareció Mar por la puerta. Fue agrabable y respetuosa. 

Probó con una ventosa y con mi pujo salió la mitad de la cabecita de Hugo pero se soltó y volvió a subirse, al mismo tiempo que sus pulsaciones descendieron en el monitor. Fue la única vez que eso sucedió en el parto y ahí si que me agobié.

Mar me dijo que se soltaba por cómo estaba colocado, que no iba a ser fácil que saliera.. yo me negué a que sufriera.. y ella me sugirió una cesárea.

Era todo como una película de terror, dije que sí, ¡qué iba a decir! En otro hospital me hubieran querido hacer un forceps pero eso no entraba ni por asomo en mis planes.

Estaba muerta de miedo, agotada física y emocionalmente; miro a mi chico que me besa y no sabe qué decirme, miro a mis matronas, Naza llora y Laura no puede expresar más dolor con su cara... yo ya no puedo ni llorar.

Se me vienen a la cabeza comentarios de mujeres conocidas a las que les hicieron cesáreas sin que estuvieran correctamente anestesiadas.

"Que venga el anestesista por favor" hacía horas que yo estaba notando todo para poder empujar. 

Entro a quirófano con Dani, todos me tratan con mucho cariño y me explican todo y en un ratito sacan a Hugo, llora enseguida, me lo ponen en el pecho y yo no siento nada.

 

 Es muy lindo, le acaricio, noto su piel calentita, ahora sí puedo llorar.

Terminan la cirugía y volvemos al paritorio, Naza me ayuda a ponerle al pecho, me duele, pero realmente me duelen hasta las pestañas.

Mis matronas se marchan a descansar, pobres... estaban agotadas. 

Nos quedamos los tres sólos, yo estoy exhausta, Hugo en mi pecho calentito, nos quedamos dormid@s.

Al rato empiezo a sentirme muy mal, veo lucecitas, dolor de cabeza, "Dani, avisa que no estoy bien" Me miran, tensión arterial 210/100 mm Hg. Hice una hipertensión postparto, mucho dolor tanto físico como emocional. Me dieron medicación, yo no tenía palabras...

Se regula y al cabo de unas horas nos mandan a planta.

 

Poner a Hugo al pecho es difícil con los dolores de la cirugía a pesar de los calmantes, me extraigo calostro y se lo vamos dando con jeringuilla. Yo no le cambié ni un pañal hasta pasados unos días... casi no podía moverme.

Ahí comienza la pesadilla con las pediatras. Cada termómetro con el que le miden la temperatura dice una cosa y al parecer con alguno tiene décimas por lo que quieren hacerle una analítica por sospecha de infección ya que yo había tenido muchas horas de bolsa rota para lo que ellas acostumbran a ver. Nos negamos, al niño no le pasa nada.

Se presentan dos pediatras en la habitación con una prepotencia inaudita diciendo que si al niño le pasaba algo o incluso se moría de una infección ellas eran las responsables. 

"¿Disculpa??? Aquí los únicos responsables somos nosotros que somos sus padres."

Entramos en una fuerte discursión que terminó con un consentimiento informado que nos pasaron donde nos ponían estudios de hace 20 años que hablaban de sepsis neonatal. Un sinsentido. Mi bebé no mamaba bien, pero a eso no le prestaban atención...

Yo ya sabía que una de  las asignaturas pendientes de ese hospital es la actualización de los pediatras, hemos tenido muchos casos de padres que han tenido los mismos problemas.. sin embargo nos pareció de una agresividad y hostilidad desproporcionadas.

Les hablamos de guías internacionales y recomendaciones sobre el manejo pero no querían escuchar. Me temo que ser "el traslado de parto en casa" tuvo algo que ver, una pena.

El estrés de la discursión me provocó otra subida de tensión importante y me tuvieron que poner medicación. Recordamos como en la planta sólo tenían un tensiómetro y no podían seguir la pauta del médico de tomármela cada 10 minutos hasta que se normalizara, porque tenían al alguien que "estaba muy mal"; una auxiliar me recomendaba irme a la Uvi porque allí tenían más medios para atenderme.. era totalmente de coña. Yo pensaba que me iba a ir para el otro barrio y allí no te atendían a menos que llamaras al timbre varias veces.

Finalmente, con más medicación se me acabó regulando.

 

Hugo seguía cogiéndome mal, me hacía daño y orinaba poco. La ayuda de Laura, Naza y Marta fue básica para sobrevivir pero algo se nos escapaba.

Bettina Gerbeau, Ibclc, diagnosticó un frenillo oculto y nos dió apoyo y pautas para poder continuar con una lactancia muy dura y complicada que ahora, por fin, disfruto con mi bebé de un año.

 

El postparto da para escribir mucho más, supongo que más adelante me apetecerá continuar.

De momento, y aunque me ha costado mucho trabajo, he conseguido plasmar en papel la llegada al mundo de mi hijo tal y como la recuerdo.

Durante mucho tiempo me he culpado de esa cesárea, por ponerme epidural, por no "poder aguantar", por irme al hospital... he odiado mi cicatriz y me he preguntado mil veces qué hubiera pasado si hubiese permanecido en casa, si me hubiese dejado llevar más en lugar de pensar tanto... me he preguntado y preguntado hasta darme cuenta de que yo, es ese momento, no pude hacer más. Y Hugo también hizo lo que pudo y quiso.

Me siento afortunada porque pude elegir, esperar a que mi niño quisiera nacer, elegí quedarme en casa todo el tiempo que consideré necesario y elegí marcharme a que me pusieran drogas porque el dolor me estaba martirizando. Afortunada porque mi hijo no sufrió aparentemente ningún daño en su nacimiento y es un bebé sano y feliz.

La decepción ante un parto idealizado, como tantos maravillosos  que he presenciado, no se puede eliminar, ahí está y supongo que quedará por siempre y es un aprendizaje.

 

El episodio más duro que he vivido nunca y que hoy tiene su recompensa, un bebé alegre y juguetón con la sonrisa más preciosa del mundo que nos llena, tanto a su padre como a mi, los días de ilusión y risas.

 

Amanda

 

 

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